A las mujeres nos imponen roles y estereotipos que impiden nuestro desarrollo económico y profesional.

Según el Estado de la Nación las mujeres sufrimos mayores índices de desempleo, sub-empleo y de poca relación entre el empleo que tenemos y la carrera que estudiamos. ¿Será en parte por las profesiones que elegimos? Las ingenierías, por ejemplo, tiene porcentajes de desempleo de menos del 3%, pero ahí son pocas las mujeres.

¿Será que nuestro trabajo no se valora al igual que el de los hombres? ¿Será que existe una barrera para que cada vez seamos menos mujeres en los espacios de poder y toma de decisión? De las 500 empresas más importantes según Standard & Poor (agencia de calificación de crédito) solo el 5,8% de sus funcionarias tienen chance de llegar a ser CEO, pero las mujeres conforman el 44,3% de su personal.

No es que las mujeres no estemos capacitadas, sino que se nos dan otras oportunidades –unas más limitantes– y otras crianzas. En nuestra vida laboral nos afectan muchos factores que a veces no consideramos: la brecha salarial, la división sexual del trabajo y el techo de cristal.

Brecha salarial

El tema de la brecha salarial es más que conocido, lo han comentado muchas mujeres del mundo del espectáculo en los últimos años. Desde Jennifer Lawrence hasta Cindy Lauper. Cuando Lawrence habló al respecto, el mundo respondió en shock por algo que ha sido una realidad por los siglos de lo siglos. Casi todas las mujeres y en todos los países del mundo ganamos menos que nuestros compañeros varones. En Costa Rica esto ocurre solamente en el sector privado, ya que en el público los salarios son estandarizados por categoría.

La brecha salarial existe en todos los estratos educativos, desde el subempleo hasta el empleo con todas las responsabilidades patronales y cargas sociales. Esta es más amplia para las mujeres trabajadoras independientes, que ganan en casi la mitad que los hombres. Las asalariadas, por su parte, ganan hasta un 93,8% de lo que se le paga a sus contrapartes masculinas.

 

Antes se decía que la brecha salarial se debía a los niveles educativos diferenciados entre hombres y mujeres, pero (como veremos más adelante) actualmente habemos más mujeres graduándonos de las universidades que hombres. Entonces ya no hay justificación. Esta desigualdad existe en todos los rangos etarios, en todas las especializaciones, en todas las jerarquías.

Esto sin hablar de mujeres trans, bisexuales, lesbianas, migrantes, indígenas, afrocostarricenses, etc. En Costa Rica hay muy pocos estudios sobre empleo desde una verdadera interseccionalidad entonces no contamos con datos desagregados sobre las otras variables de desigualdad.

La doble jornada laboral evita que podamos compartir tiempo de ocio con nuestros compañeros y eso impide que nos enteremos que nuestro salario es inferior. Parte de nuestra socialización en cómo ser mujer evita que negociemos la paga que recibimos. Ya sean los millones de dólares de los que privaron a Lawrence por una película o los millones de colones que -a lo largo de una vida- las ticas perdemos, la brecha salarial es algo que se debe combatir.

Pongamos el ejemplo de José que trabaja en una fábrica y gana 500 mil colones al mes, María hace el mismo trabajo y le pagan 469 mil (el 93,8% que ya mencionamos en el mejor de los casos). En un año (contando aguinaldo) son 403 mil colones menos (casi un salario completo menos). En 10 años son ₡4 030 000 (la prima de un carro, podríamos decir) o ₡16 120 000 colones menos por los mismos 40 años de trabajo que le dedicaron a esa empresa.

¿Injusto, verdad? Y eso que ni hablamos de las posibilidades de ascenso que tiene cada quien. Ahí entra el techo de cristal, la barrera invisible dificulta ir accediendo a puestos mientras se sube en la escala jerárquica. Es la que Laura Chinchilla pudo romper y Hillary Clinton no.

Techo de cristal

El Estado, como empleador, no reproduce la brecha salarial pero sí impone un techo de cristal. Esto es fácil de notar dentro del Ministerio de Educación Pública, aunque en este caso no vamos a incluir al personal administrativo. El MEP es el mayor empleador del país: tiene alrededor de 77 mil personas en planilla. De estas, hablaremos de las casi 60 mil que son docentes. Según datos que me brindó el Ministerio, el 74.51% de las ellas son mujeres.

En absolutamente todas las Direcciones Regionales hay más mujeres que hombres. Por ejemplo, en la de Desamparados hay 2 670 profesoras y maestras, y 938 profesores y maestros, pero el director regional es un hombre. De hecho, de las 27 regionales en las que se divide en país las mujeres dirigen 13, poco menos de la mitad.

Los tres sindicatos docentes están presididos por hombres, aunque la gran mayoría de sus afiliados son mujeres. En el departamento de comunicación de ANDE (Asociación Nacional de Educadores) calculan que el 80% son mujeres. En el SEC (Sindicato de Educadores Costarricenses) no me pudieron brindar la información a tiempo y en APSE (Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza) no contestaron el teléfono. Igualmente no creo que los números varían mucho, pues más del 77% de las personas que estudian carreras relacionadas a la docencia son mujeres.

Asimismo, podemos ver a los colegios profesionales del país. De los 28 existentes solamente 4 son presididos por mujeres, el de Enfermeras (duh, es el único que tiene el nombre en femenino); el Colypro (Colegio de Licenciados y Profesores en Letras, Filosofía, Ciencias y Artes. O sea, educación.); el Colegio de Microbiólogos y Químicos Clínicos, y el Colegio de Profesionales en Nutrición (sería el colmo que no, entre el 2008 y 2010 el 94,79% de las estudiantes de esta carrera eran mujeres).

A estos 28 se les suma el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (que agrupa 4 de los 6 colegios profesionales de distintas ingenierías y al de Arquitectos). Acá la presidencia también está en manos de un hombre. Todos estos están agrupados en la Federación de Colegios Profesionales Universitarios de Costa Rica, cuya presidencia la tiene el Colegio de Ingenieros Civiles (un hombre, para variar).

Actualmente tenemos una presencia paritaria en el mundo de la educación profesional. Esto se puede ver en datos de la Universidad de Costa Rica que muestran que 57,3% de los diplomas entregados por ese centro de estudios en el último año han sido a mujeres y 42,7% a hombres.

Habrá gente que pueda decir que esos datos son solo de la UCR y por ende no son aplicables al resto de las personas profesionales. Entonces vamos a ampliar la comparación las universidades pùblicas y privadas con un estudio que llevó a cabo el Observatorio Laboral del CONARE (Consejo Nacional de Rectores) que informa una mayoría femenina. Un 63% de las estudiantes universitarias entre el 2008 y el 2010 fueron mujeres.

División sexual del trabajo

Somos más de la mitad del estudiantado pero no tenemos la misma representación en todas las carreras. Tenemos profesiones muy cercanamente relacionadas al cuidado de personas. En el estudio del CONARE que ya mencionamos, las mujeres estamos sobre-representadas en carreras como Educación (77,7%) Ciencias de la Salud (72,0%) y Ciencias Sociales (69,2%). Del otro lado del espectro están Ingeniería con un 26,6% de mujeres y Ciencias Básicas con 30,0%.

Las mujeres históricamente hemos asumido labores de cuido que se han considerando inherentes a nuestro sexo. Esto es algo que no hemos podido cambiar con los siglos. Seguimos haciendo más trabajos reproductivos que se podrían considerar como –en palabras de Marcela Lagarde– una extensión de la procreación. Al igual que el trabajo doméstico remunerado, estos trabajos, a veces, no son considerados como “suficientemente buenos” o “suficientemente dignos” para un hombre.

No es fácil romper con los roles con los que nos crían (para cuidar) y tampoco es fácil sentirnos capacitadas para algo cuando siempre nos han dicho que no es lo nuestro(como mate, por ejemplo). Y resulta mucho menos sencillo elegir una carrera predominantemente masculina y tolerar todo tipo de acosos y abusos que sufrimos las mujeres en las universidades. Eso sí, cada vez son más las que lo logran.

Solo el principio

Esto es solo algunos de los obstáculos a los que nos enfrentamos las mujeres a la hora de tener de elegir una profesión y obtener un ingreso. Cuando logramos romper un par de esquemas no se nos brindan las mismas herramientas, no hay suficientes ni accesibles opciones de cuido, existe el acoso laboral y sexual; la doble o triple jornada laboral y las maternidades impuestas.

Las divisiones, los techos y las brechas también son interiores. Las mujeres somos menos propensas a aplicar a trabajos si no tenemos todos los requisitos, se nos ha socializado para dudar de nosotras mismas y de nuestras cualidades, a subestimarnos. Por nuestra misma crianza se nos dificulta negociar los salarios, pues nos da miedo quedar como groseras o maleducadas.

Quiero recalcar que nada de esto es biológico, es producto de roles y estereotipos. Y no lo debemos de aceptar, nosotras mismas tenemos que romper lo interno y luchar contra los encasillamientos externos. No podemos normalizar la violencia de la desigualdad.

Finalmente, el Gobierno debe responsabilizarse por su parte, empezando por los techos ¿cómo va a educar en las escuelas sin divisiones ni diferenciaciones a niños y a niñas si la misma institución encargada de educarles es culpable de reproducirlas? También tiene que hacer su mayor esfuerzo para llegar hasta donde la legislación y la empresa privada le permitan en la regulación de salarios igualitarios.

Me gusta la iniciativa Sello de Igualdad que está trabajando el INAMU con este fin. Ahora, de poco sirven estos programas si no es un compromiso de TODO el Estado, si no son políticas públicas integrales.  En ninguna institución se puede tolerar ningún tipo de discriminación, mucho menos incitarla (sí, te hablo a vos también, Banco de Costa Rica).

Este es un esfuerzo global que debe de empezar ya desde lo público y desde privado, desde nosotras y desde ustedes también.

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