La niñas deben poder brincar felices al sol y encaramarse en los palos de mango. No vivir con el miedo de ser asesinas o de irse al infierno.

Crecés en un país oficialmente católico (Artículo 75 de la Constitución Política). A vos te bautizaron, te hicieron la primera comunión y en la escuela te dan clases de religión. La persona más conocida y querida en tu pueblo es el cura.

La semana pasada te violaron (cada 80 minutos se denuncia un delito sexual en Costa Rica) fue tu papá/tío/hermano/primo/abuelo (la mayoría de las violaciones a menores de edad ocurren en el entorno familiar). Vos apenas vas a cumplir 13 años y hace 6 meses te vino la regla por primera vez. Como en tu escuela aún no hay educación sexual, vos no entendiste exactamente qué fue lo que pasó, ni qué consecuencias podía traer. Pero tu cuerpo sí lo supo, tu cuerpo conoció el dolor, el asco, el miedo, la humillación de manos de quien debía protegerte.

Pasaron unas semanas antes de que tu mamá se diera cuenta. Como tiene dos trabajos, te ve poco (4/10 hogares pobres son “jefeados” por mujeres). Ella lloró mucho cuando le contaste y al día siguiente te llevó corriendo al Ebais. Ahí fue cuando te lo dijeron: estás embarazada. A vos la cabeza te daba vueltas: ¿cómo? ¡Pero sólo las señoras tienen bebés! ¿De verdad estoy embarazada?

En el Ebais no te dijeron mucho, solo te advirtieron que tenías que tener cuidado, que ya no podías andar brincando por ahí, ni encaramándote en palos, porque le podías hacer daño al bebé. Y desde ese día muchas personas te estarían señalando y recordando que lo importante es cuidar al bebé. El médico, la psicóloga, la jueza, el policía, la periodista. Todo el mundo preocupado por el bebé.

¿Y vos? ¿Quién se preocupa por vos? ¿Alguien te preguntó si querías continuar con el embarazo? ¿El personal médico que te atendió te comentó que los embarazos en adolescentes tempranas tienen más riesgo de parto prematuro, de preeclampsia, anemia, desnutrición, estrés, depresión, estrés postraumático y suicidio? ¿Alguna persona te dijo que si tu embarazo ponía en riesgo tu salud o tu vida podías interrumpirlo sin ser penada por ello? (Artículo 121 Código Penal)

No, la respuesta a todas esas preguntas es no. Lo que sí recordás son esas imágenes que viste en televisión de esos bebés descuartizados y la cara furiosa del sacerdote gritando: ¡Asesinas! ¡El aborto es un crimen! ¡Serán la tumba de sus hijos! ¡Arderán en el infierno!

Vos te sentís triste, llorás todos los días y no querés estar embarazada. Cada noche tenés terrores nocturnos y te despertás sudando y gritando, porque tenés pesadillas sobre el día (¿días?) en que te violaron. Vos querés devolver el tiempo, querés otra vez poder brincar feliz al sol, y encaramarte en el palo de mangos, con el resto de tus compañeritas. Pero vos no querés ser una asesina, a vos te da miedo el infierno. Cada vez que el cura lo menciona se le enrojece la cara y se le hinchan las venas. El infierno debe ser horrible.

¿Y si alguien te dijera que un embrión de 8 semanas es apenas más grande que el tamaño de un frijol? ¿Si te dijeran que a las 8 semanas ese embrión aún no tiene sistema nervioso central y no es capaz de sentir dolor? ¿Si te explicaran que para interrumpir un embarazo en el primer trimestre solo ocupás tomarte unas pastillas y tu propio cuerpo lo expulsa, como un coágulo menstrual? ¿Si te contaran que hay muchos curas, pastores y sacerdotas, de muchas religiones que no piensan que el aborto sea un pecado, sino una decisión muy personal de cada mujer?

Despenalizar el aborto en Costa Rica requiere cambios legales, pero la gran tarea es despenalizar cabezas. Porque mientras las personas sigamos reproduciendo los mitos y estereotipos en torno al aborto, mientras sigamos partiendo de visiones religiosas dogmáticas y verdades que le dan la espalda a la ciencia, seguirá siendo ilegal en nuestras cabezas y en nuestras prácticas.

¡Asesina! ¡Asesina!

Le gritás en la cara y en la prensa a una niña de 13 años.

¿Y después querés que decida?    

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