Más allá de lo legal

Igualdad ante la ley muchas veces no se traduce en verdadera igualdad. Hay normas y prácticas sociales que se acompañan de estereotipos y roles de género que impiden que las mujeres podamos vivir nuestra ciudadanía a pleno. Existe una simbolización de “lo propio de los hombres y por otro lado “lo propio” de las mujeres que, según la investigadora mexicana Marta Lamas, provoca injusticia y dolor.

Y ella se pregunta: ¿Por qué la diferencia sexual se traduce en desigualdad social? Creemos que esto es debido a la opresión, la discriminación, la estigmatización y la falta de oportunidades que se le asigna (consciente o inconscientemente) a un sexo y el género que culturalmente representa.

Es importante recalcar que lo que comúnmente se considera femenino, no proviene de la biología (genitalidad) sino que se nos imponen desde que nacemos a través de un proceso cultural. Ya lo decía Simone de Beauvoir, “Una no nace mujer, sino que se convierte en ella”. Lamas nos recuerda que “por definición el género es una construcción histórica y una expresión cultural”. Esto es muy fácil de comprobar al ver que lo que se considera propio de cada sexo varía según la época y según la cultura.

Dentro de nuestra diversidad debe de existir una igualdad en las posibilidades a acceder a todos los derechos, y en este caso son derechos políticos. Tenemos derecho de que nuestras voces se escuchen, así lo enfatizan varios tratados internacionales.

Comité de Seguimiento de la CEDAW en 1997 hizo una serie de recomendaciones a los Estados para garantizar el derecho al voto y a ser elegidas ya que “la doble carga de trabajo de la mujer y los apuros económicos limitan el tiempo o la oportunidad que puede tener de seguir las campañas electorales y ejercer con plena libertad su derecho de voto”, entre otras razones. Entonces instan a los partidos políticos a “adoptar los principios de igualdad de oportunidades y democracia e intentar lograr un equilibrio entre el número de candidatos y candidatas.”

Este limitante de los roles de género y lo que hacen las mujeres en la sociedad está ampliamente aceptado. Al ser consultada, Hilda Villalobos, la presidenta de la Red de Mujeres Municipalistas, puntualizó en el hecho de que hay muchas mujeres deseosas de ocupar puestos pero que los hombres de los partidos no lo permiten. “Las reuniones son a las 6 de la tarde, cuando muchas tienen que estar en la casa cocinando la cena”, dijo.

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Mujer Iraquí muestra tras votar en Nasiriyah.

Montserrat Sagot -investigadora, docente y feminista- confirma y amplía lo que dice Villalobos, argumenta que la política está diseñada para los hombres, los que tienen completo acceso al espacio público porque tienen el mundo privado resuelto. Tienen quien les lave, cocine, limpie y ordene, además tienen quién se haga cargo de sus hijos e hijas.

Para las mujeres es más difícil ya que ellas son las que hacen todo eso, a esto sumarle si tienen un trabajo remunerado (porque el ser ama de casa es un trabajo, nada más que nadie te paga). Entonces son pocas las mujeres que pueden dedicarse de lleno en la política; son aquellas que pueden pagar por que les hagan sus labores domésticas, las que no tienen hijos e hijas de quien hacerse cargo y/o las que no tienen pareja a quien “deben” lavarle, cocinarle, limpiarle y ordenarle.

Entonces no podemos romper con la exclusión si las mismas mujeres estamos obligadas, por condicionamientos sociales, a asumir roles limitantes. Entonces tenemos que hablar de la división sexual del trabajo y la corresponsabilidad del cuido. Hasta que no podamos disponer de nuestro tiempo tan libremente como los hombres, será difícil.

Para las mujeres es más accesible involucrarse en actividades de política informal ya que los tiempos y horarios son más flexibles. Las organizaciones comunales, las asociaciones de desarrollo, comités cantonales ofrecen estas posibilidades. No deben de dedicarse tiempo completo y sus acciones son más tangibles en el corto plazo.

Los Concejos Municipales sesionan al menos una vez por semana, casi en todos los cantones lo hacen en la noche, además deben asistir a sesiones extraordinarias y a comisiones. Por desgracia muchas mujeres están obligadas a cumplir con sus quehaceres supuestamente inherentes de su sexo. Entonces se podría proponer sesionar en la mañana u otro horario en el que ellas puedan participar, pero esto no es posible para las personas que trabajan.

Y ni mencionar el control social en las zonas rurales más conservadoras del país, donde una mujer volviendo a su casa de noche puede ser la comidilla del pueblo.

      “Quién sabe dónde andaba.”

      “La viene a dejar ese señor que vive más arriba, hhhm”

      “No sé cómo hace para descuidar al marido así, ahorita va con otra y con justa razón”

      “Si yo no le hago la cena a mi esposo, me mata”

      “Pobre, todo el día trabajando y tener que llegar a calentarse la comida”

 

El machismo sigue haciendo de las suyas por donde lo veamos.

Las mujeres sufrimos acoso político; se nos valora por nuestros cuerpos, ropa y vida sexual. No tenemos el acceso a los recursos económicos que tienen los hombres. Estamos socialmente obligadas a hacer ciertas cosas y a evitar otras. No somos completamente dueñas de nuestra sexualidad y reproducción. Se nos juzga por los actos y capacidades de otras mujeres. Son muchas y muy complejas las razones por las que a las mujeres se les dificulta acceder a puestos políticos. Es imposible mencionar y, mucho más, desmenuzar todo el abanico de condicionantes.

Esperamos que desde la legalidad se incluya a la mitad de la población, pero también esperamos que desde la continua construcción de la sociedad saquemos a los roles de género de nuestras mentes y actitudes. Y que se nos valore por mérito, no por genitalidad.

Ya cuando logremos la paridad debemos de pensar ¿Cómo van a ser sus posibilidades de toma de decisión? ¿Se las tomará en cuenta en la formulación de políticas públicas? Las mujeres no estamos en política para cumplir con leyes y resoluciones, estamos porque merecemos representar y ser representadas.

Si bien al permitir una mayor participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones se cuestiona la forma desigual en la que se ha ejercido y distribuido el poder, los sistemas de cuotas tienen incidencia fundamentalmente en la política electoral y no en otros aspectos más centrales y sustantivos de una verdadera política de justicia de género. En ese sentido, las cuotas le cambian la cara a la política, lo cual significa un avance significativo y una modificación de la cultura política, pero no necesariamente permite el avance de una agenda feminista de transformación social.

Monsterrat Sagot

Debemos de analizar, una vez que las mujeres estamos en lugares de decisión, qué características debemos de poseer. Para ver verdaderas transformaciones sociales, debemos de trabajar con una conciencia de género y por un verdadero desarrollo humano. Y no sólo las mujeres, necesitamos a los mejores hombres. Hombres que, en sintonía, formulen políticas públicas inclusivas, respetuosas de los derechos humanos en búsqueda de la igualdad y bien común.


Referencias:

  1. CASCANTE MATAMOROS, Jimena (Autora). BRENES VILLALOBOS, Luis Diego y ARROYO GODÍNEZ, Gustavo (Responsables de supervisión). Instituto de Formación y Estudios en Democracia (IFED), Tribunal Supremo de Elecciones. “Base de Datos: Encabezamiento de Mujeres en Elecciones Municipales 2010”. San José, 2015.Caricatura editorial tomada de Barahona, M. (1994). Las sufragistas de Costa Rica. San Jose: Editorial Universidad de Costa Rica.

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