¿En qué consistirá su farsa? ¿Qué puede hacer la izquierda ahora en el mundo?

Hoy es 9 de noviembre o, como se diría en el calendario instaurado tras la Revolución Francesa, el 18 Brumario. En este día, pero en 1799, Napoleón Bonaparte consumó el golpe de estado que lo llevaría al trono y a la expansión imperialista de Francia que cambió la historia del mundo.

Karl Marx escribió uno de sus artículos más célebres, el 18 Brumario de Luis Bonaparte, cuando Luis Bonaparte, sobrino del primer emperador, dio su propio golpe, el 2 de diciembre de 1852. Pero el nuevo Bonaparte, un “personaje mediocre y grotesco”, fue un desastre, con una mezcolanza de ocurrencias que hacía pasar por filosofía política y que terminó por traérselo abajo.

Napoleon Bonaparte

La coronación de Napoleón de Jacques-Louis David.

Así empieza el texto del 18 Brumario: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Hoy, en nuestro 18 Brumario propio, Donald Trump se ha convertido en el presidente más confuso e impredecible de la historia moderna estadounidense.

Su farsa lo ha traído al trono, disfrazado con las consignas de la lucha de clases, y como el Pequeño Napoléon y como viejos líderes fascistas o cuasifascistas, febrilmente enceguecido de poder. Aquellos provocaron la tragedia que partió en dos el siglo XX; Trump podría provocar una fractura similar en el naciente XXI. ¿Qué puede hacer la izquierda dentro y fuera de Estados Unidos ahora?

El primero que no sabe cómo proceder en el gobierno es Donald Trump. Durante la campaña demostró su desconocimiento por la Constitución, por las instituciones que ahora comanda y por las normas del derecho internacional que establecieron la Pax Americana tras las guerras mundiales y la Guerra Fría.

No obstante, ahora está en la capacidad de controlar la presidencia, el Congreso y, después del bloqueo infame que los republicanos le hicieron a Barack Obama, la Corte Suprema. Sin mandato popular, pero con el control de los tres timones, y habiendo desarmado la estructura del Partido Republicano, tiene completa libertad para proceder como desee. Es decir, de la forma errática en la que ha ido dibujando y desdibujando sus visiones del gobierno.

Foto de Gage Skidmore.

El analista conservador Andrew Sullivan escribe en la revista New York que este cambio significativo en la balanza de poder pone en peligro el corazón mismo de la democracia estadounidense, sus principios fundamentales. “El hombre no tiene control de sus impulsos, pero sí masivas reservas de venganza y odio. Con el tiempo, conforme se acumulen sus fracasos, la campaña de vilipendio se intensificará”, dice Sullivan.

¿Por qué lo dice? Porque hasta ahora, todos han sido culpables de los errores de Trump excepto él, y es previsible que así seguirá en el poder. Los medios, los migrantes, la “corrección política”, los judíos (en su último anuncio), los banqueros (ninguno le presta dinero), sus propios partidarios (a quienes ha desplazado de su órbita)… No será capaz de construir un muro porque es una empresa irracional y demasiado onerosa. No podrá “traer de vuelta” empresas que huyeron al extranjero sin establecer un sistema de incentivos y exenciones tal que desfinanciaría algunos grandes proyectos de infraestructura que ha prometido.

Intentará desbaratar los tratados de libre comercio, lo cual expondrá a la economía norteamericana, centroamericana y del Pacífico a prolongadas renegociaciones que, en última instancia, resultarán dañinas para esas crecientes economías. Lo único que podría lograr desarmando el tratado con Centroamérica sería impulsar a más migrantes a irse al norte, cuando escaseen aún más los puestos de trabajo aquí.

Inmigrantes Alemanes

«Del viejo al nuevo mundo» – inmigrantes Alemanes llegando a Nueva York. Harper´s Weekly, 1874.

Sullivan anota otro problema más grave. Trump ha reenfocado el discurso de la lucha contra el terrorismo como una lucha contra el islam, al amenazar con deportar a los musulmanes de Estados Unidos o negarles la entrada. Así, fortalecerá las febriles fantasías del “Estado Islámico” y Al Qaeda y, con el tiempo, habrá un nuevo gran ataque terrorista. O varios. “Lo que haga después de tal ataque es muy predecible, dadas sus declaraciones pasadas, y probablemente diezmará las pocas libertades civiles que tenemos”, dice Sullivan. Luego incendiará la confrontación racial cuando un policía mate a otro joven negro. Ya sabemos cómo terminará eso: marcó a fuego los años 60.

Esta política nacionalista es la farsa de la tragedia que ya vimos cómo marcó el siglo XX. Trump inyectó odio en la supuesta defensa de la nación estadounidense, al llamar a la expulsión de mexicanos, cuestionar la nacionalidad de ciudadanos no blancos y llamar al rechazo de musulmanes. “Una vez que se acepta la lógica de un género nacional amenazado, la acción de emergencia que amplía enormemente el ejercicio brutal del poder del Estado no está muy lejos”, advertía Hannah Arendt. ¿Cómo va a reaccionar Trump a la primera protesta masiva de Black Lives Matter…?

Justice for Jamar Response Action - Foto de Fibonacci Blue

Justice for Jamar Response Action – Foto de Fibonacci Blue

También ocurrirá que, como se ha dicho ya, una presidencia Trump validará regímenes de creciente autoritarismo, como el de Recep Tayyip Erdogan en Turquía, el de Vladimir Putin en Rusia, o el de Benjamín Netanyahu en Israel; a la vez, inflamará el revanchismo nacionalista de Marine Le Pen en Francia y otras tendencias neoconservadoras alrededor del mundo. Ya ha declarado una guerra a la ciencia, a las corrientes progresistas en derechos humanos y hasta a las artes, amenazando con recortar fondos al National Endowment for the Arts de Estados Unidos.

Como siempre, tal crisis de poder no hará más que fortalecer el orden financiero internacional en detrimento de las clases trabajadoras. Nada de lo que haga va a tocar el corazón del “imperio”, para usar la terminología de la izquierda: el complejo militar-industrial se fortalecerá aún más, como habría ocurrido de todos modos bajo Hillary Clinton, pero esta vez dirigido hacia todos y hacia nadie.

Foto de Michael Coghlan.

Foto de Michael Coghlan.

El capitalismo atraviesa un periodo muy complejo; Wolfgang Streeck avizora una crisis similar a la Gran Depresión muy pronto (no en vano los mercados han reaccionado con gran nerviosismo desde las primeras alarmas de la presidencia Trump). “El sistema capitalista está en la actualidad atacado por al menos cinco trastornos empeoramiento para el cual no existe cura: disminución del crecimiento, la oligarquía, la inanición de la esfera pública, la corrupción y la anarquía internacional [referido a la pérdida de poder internacional de Estados Unidos como “centro” de balance]”, escribe Streeck en New Left Review.

Estos síntomas los vemos directamente en el panorama del gobierno trumpiano. Trump quizá logre cierto crecimiento temporal en Estados Unidos, pero podría hacerlo en detrimento de economías como la centroamericana. Fortalecerá la oligarquía al eximir de impuestos a los ricos. La esfera pública se verá intoxicada y disminuida (ya lo probaron los medios de comunicación, demasiado preocupados por sostener el establishment representado por Clinton como para atender a la clase trabajadora del interior). No hay razón para pretender que no habrá corrupción porque la transparencia no ha sido su bandera. Y con sus ansias de nuevos enfrentamientos militares, que resultarán ruinosos para Estados Unidos, favorecerá la dispersión del poder diplomático.

No sabemos qué seguirá, pero sí que el 2016 marcará un nuevo cambio de rumbo en la política internacional. Escribe Ross Douthat en el New York Times: “Sin embargo, en el contexto de América no se parece a nada que hayamos visto antes: un destructor de todas las normas y supuestos convencionales, un hombre más propenso a fallar catastróficamente que otros presidentes, más constitucionalmente peligroso que otros presidentes, pero también el que más probablemente nos puede llevar a una diferente era política, una era post-neoliberal, post-’política del fin de la historia’, que cualquier otro presidente imaginable”.

Caricatura de DonkeyHotey.

Ante tal incertidumbre, la izquierda podría tomar dos opciones: correrse más a la izquierda, lo cual podría dejar libre a la derecha vengativa que ahora gobierna, o enfocar sus fuerzas en bloquear las ocurrencias de Trump en el Congreso y las demás instituciones y así fortalecerse. Pero en Europa, en los países que la derecha nacionalista ha ganado, la izquierda se ha visto paralizada por su incompetencia, su desconexión de las clases populares y la esclerótica estructura democrática que ahora controla “el otro lado”.

Lo cierto es que los intelectuales liberales siempre han sido minoría y, en esta última elección estadounidense, lo han probado una vez más. En la esfera pública desvirtuada y empobrecida de hoy, el riesgo es que las voces que advierten de este peligroso protofascismo sigan hablando solo entre ellas.

Donald Trump Billboard

Foto de Tony Webster.

En un país como Costa Rica, ya hemos visto que el progreso en asuntos sociales y culturales solo ha logrado galvanizar la contraofensiva conservadora (el diputado Óscar López celebró el triunfo de Trump como una “patada en el culo” a los “mojigatos y mojigatas”; el Trump más rudimentario ya tiene su germen en Costa Rica). ¿Qué hará la izquierda: seguir en luchas de facciones, asumir una política más agresiva o tratar de asumir como suya, otra vez, la responsabilidad de dialogar y movilizar a las clases trabajadoras?

En nombre de “la propiedad, de la familia, de la religión y del orden”, como escribía Marx en el 18 Brumario, la sociedad “es salvada cuantas veces se va restringiendo el círculo de sus dominadores y un interés más exclusivo se impone al más amplio”. Unos se atacan a otros y se restaura el orden: un orden violento, brutal y excluyente.

El triunfo de Trump no es una estocada al imperio: es un asalto a sus pobres, sus mujeres, sus negros, sus indígenas, sus migrantes, sus no heterosexuales, sus no religiosos. La única sangre derramada será la del pueblo, no la del establishment. Lo que queda por verse es si toda esta farsa será consumada, cómo y cuándo.


Imagen principal de HokeyPokey.

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