Muchos mensajes «progresistas» intentan colocar nuevas masculinidades en discusión, pero siguen gestándose desde una mirada patriarcal.

Cuando hablamos de masculinidades, inmediatamente vienen a la a nuestra mente palabras sin filtros, tales como: macho, dominio, control, poder, dinero, carros, fuerte, futbol, tetas, sudor, egos, vergas y otros sin número de palabras enlazados a la historia más reciente del sistema patriarcal.

Todo esto es parte de un imaginario oculto en el colectivo de las personas que a diario somos bombardeadas por la realidad de un sistema sociocultural y económico que toma todo; desde las familias, los ambientes de ocio, laborales, educativos y los medios de comunicación.

Clint Eastwood

Clint Eastwood apela al imaginario colectivo con sus personajes que representan el macho arquetipo.

Las personas se sienten en muchas ocasiones perdidas, ante los discursos y los mensajes que aparentemente aparentan haber han cambiado en el siglo XXI, pero el sistema hetereopatriarcal sigue vigente. Se puede disfrazar, pero el imperio masculino sobre el resto de la humanidad se perpetúa claramente, aunque se disimule.

Así en algunos anuncios de la televisión contemporáneos podemos ver un hombre “ayudando” en las tareas de la casa a su pareja femenina. Vemos a un hombre rodeado de cinco mujeres que le idolatran por usar una crema cosmética para varones.  O incluso aprobar leyes LGTBI que en realidad no llevan a una aceptación social real.

El maquillaje de las pseudonuevas masculinidades no se queda ahí, va más allá. Las mujeres aparecen en organizaciones progresistas, partidos políticos, instituciones, gobiernos, ayuntamientos con cuotas de poder, todo bajo leyes de paridad. Pero es un poder otorgado por el sistema patriarcal.

Todo desde un guión establecido dirigido por hombres aparentemente progresistas y que se sienten satisfactoriamente paritarios. Toda mujer que se salga de esa partitura establecida, se le considera y se le descalifica como una mandona, marimacha, dictadora o loca. El poder y la hegemonía siguen siendo masculinos en muchos espacios.

La marca Ariel lanza una campaña en India que se vuelve viral alrededor del mundo. La compañía invita a los hombres a que «ayuden» con la labor doméstica e invita a reflexionar sobre los roles de género.

En los círculos sociales se puede llegar aceptar a un varón gay, siempre y cuando no tenga “plumas”. Es decir, que no represente nada a lo femenino que sería un signo de debilidad y falta de autoridad. Quienes no encajemos en la norma, quedamos fuera. Y se invisibiliza constantemente el universo femenino lésbico y transgénero en este mundo solapado y misógino.

La creación de las nuevas masculinidades heteropatriarcales vienen gestándose desde el inicio de la era del hombre metrosexual con la figura del  futbolista David Beckham. Pero el perverso poder machista no ha cedido en su posición de tiranía, ni en los espacios más progresistas.

Basta ir a reuniones de grupos pro derechos humanos, socialmente comprometidos, o movimientos de la diversidad sexual. En muchas ocasiones en estos movimientos, la voz cantante e influyente son de un varón gay o un machiluro (como decimos en España).  

Siempre que habla un hombre se le escucha, tiene el privilegio histórico, tiene el espacio asegurado sin pelearlo. Cuando habla una mujer, ella debe demostrar que vale y que no se sale de la enseña establecida por siglos.

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La era del hombre metrosexual inicia con David Beckham. Image Courtesy: frisky tuna via Flickr.

Esta es un aderezo light de este sistema estructuralmente injusto, excluyente y desigual. Que maximiza axiomas, que alimenta y argumenta con nuevos artículos, libros y, películas para luego llamarlos un como un “hito feminista”.

Pero con una pequeña mirada crítica y unas gafas violetas nos damos cuenta de su complicidad con el régimen masculino. Las violencias machistas y micromachismos siguen ocurriendo en todo los espacios sociales, incluso en donde todo parece igualitario. Todo como en un simple hit musical de un cantante latino, sensible, acariciando a una mujer diciendo que le ama y llora por ella. Claro, todo permanece dentro de la dictadura del amor romántico.

Si queremos auténticas nuevas masculinidades deben pasar por el crisol y bisturí feminista absoluto. Deconstruir todos los parámetros, estructuras, dominios y controles psicosociales, económicos, políticos, culturales, hasta ecológicos que han manipulado la historia de la humanidad.

Enrique Iglesias, cómplice del régimen masculino. “Solo con un beso yo te haría acabar ese Sufrimiento que te hace llorar” – letras del hit Duele el Corazón  siempre enamorado o despachado

Las nuevas masculinidades deben dejar de ser binarias. Estas deben plantear una deconstrucción continua y deben despatriarcalizar cada instante y cada rincón socio-histórico.

Es ceder privilegios, es tejer alianzas, redes y auténtica igualdad con las compañeras de viaje en esta nave llamada humanidad. Es una deconstrucción permanente en y desde los espacios, tiempos, grupos, racionalidades, caracteres feministas, las diversidades sexuales, la diversidad de identidades de género y la interdisciplinaridad feminista.

Exigimos que lo masculino no se piense desde el pene y el coitoa, sino desde una ética feminista para toda la humanidad. Un deconstrucción de todo y todos los hombres, en continuo retorno hacia la equidad permanente en una filosofía de la sospecha de cuanto hacemos y actuamos.

La campaña Man Up en Australia trata de romper con el estereotipo de que los hombres no lloran.

Los miles de años nos han marcado en el consciente e inconsciente como varones bastante reptiles, insensibles, ciegos, calculadores del lado ganador, injustos, abusadores y violentos del espacio de las otras y creadores de desigualdad en una introyección de la historia acrítica. Recordemos que hasta hace 300 años empezó a cuestionarse esta estructura con Poullain de la Barre (1673), Mary Wollstonecraft (1792) y las sufragistas (s.XIX)

Las nuevas masculinidades no solo son unos hombres sensibles, paritarios aparentes o pasivos.  Estos reivindican los derechos de las mujeres, demandan igualdad, interpelan la exclusión o desigualdad, claman por un cambio radical y se obligan en una ética coherente equitativa.

Ellos creen en el espectro de la diversidad sexual. Crean diversidad real, consienten y fomentan la pérdida de sus privilegios constantemente. Fomentan el empoderamiento femenino, son contestatarios contra la estructura patriarcal y de otros machos alfa.

No asienten nunca ni una pizca por asomo al amor romántico, ni a la opresión, ni al control ni al poder entre pares y la otredad. Son horizontales, comparten conocimientos, democráticos reales participativos y mamíferos cuidadores igualitarios. Deconstruyen todos los saberes y conocimientos de la sociedad.

En fin. Las nuevas masculinidades serán feministas o no lo serán.

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