Las declaraciones del ex-técnico del Saprissa, Jeaustin Campos, pretendían ser un chiste. Lo que realmente revelan son estereotipos e ideas que deberían pensarse y eliminarse. 

La semana pasada en una nota de Telenoticias, Jeaustin Campos, el extécnico de Saprissa dio unas declaraciones graciosas, según él; pero desagradables, definitivamente. En la entrevista, en la cual le preguntaron si él es celoso con Ariana Bolaños, su esposa, su respuesta fue, así sin más, como la cosa más normal del mundo: ¿Pues quién no va a estar celoso?

Esto mientras la cámara la enfoca y demuestra su belleza, al parecer ninguna otra cualidad, más allá de su cuerpo, fue importante de presentar. Gracias, responde Ariana.

Jeaustin Campos enfatiza (o se hunde aún más): Uno siempre tiene que andar cercando la finca, hay tanto precarista. Así, textualmente y sin vergüenza alguna.

Vamos por partes: ¿una finca? Una finca es un inmueble, un terreno. Es una propiedad de alguien más, que alguien maneja y administra. Es inmóvil, inerte y sin opinión propia. Que no tiene decisión sobre quién “entra” en ella. Que necesita ser protegida y cuidada para no ser invadida. Está siempre a la merced de lo que otros quieran hacer con ella.

Una persona elige cómo explotarla productivamente, si va a ser cosechada o pastada.

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Formular la frase “cercar la finca” es pensar (al menos inconscientemente) que una esposa debe de tener esas características. Como si ser esposa significara ser propiedad de alguien, sin voz ni voto. Esto parte de la visión tradicional del padre de familia, dueño tanto de los bienes como de las personas del hogar, quien manda y tiene potestad sobre el hacer de los demás. Poseedor de la vida de otras personas bajo su dominio. El ejemplo perfecto de macho.

También es una perspectiva clasista y de otredad. Se ve a la mujer esposa como riqueza y como capital, desde un punto de vista financiero y de objetos. Se concibe como un bien que un hombre “tiene”, que es de él y le pertenece. Al cercar la finca, este se impone como macho dominante que defiende lo que es suyo ante ese otro que quiere invadir el territorio propio, como si las mujeres no tuviéramos poder de decisión para escoger con quién rayos queremos estar o no.

Mucha gente podrá pensar que hacer una nota sobre este tema es hacer una tormenta en un vaso de agua, que es una cosa típica de estas feministas locas que vemos machismo en todo lado. Y vemos machismo en todo lado por una razón muy simple: HAY machismo en todas partes, todos los días, en cada rincón de nuestras vidas.

Lo peligroso de esto es que hay expresiones del machismo que son más difíciles de detectar, son menos evidentes y están naturalizadas y aceptadas socialmente. Este es un ejemplo. El decir cercar la finca para referirse a otro ser humano, es una frase que refleja estar cargada de ideología, de una forma específica de pensar, y eso repercute en las acciones que realizan y realizamos, y esto nos afecta.

Considerar a una mujer como un terreno que debe ser cercado para que no se le metan, como un objeto, como una posesión de alguien más, es grave. Además, está enmarcado en un pensamiento de la tierra es un bien acumulable, mercantilizable, que se compra con el fin de tenerla. Pues en este caso no, quien trata de comprar a una mujer no la “merece” como premio a su esfuerzo.

Justo de esta misma lógica se desprenden otras prácticas violentas, precisamente porque se piensa que insistiendo vas a lograr algo con ella, y que si te dice que no es porque se está haciendo la rogada para que sigás el intento un ratico más. Ahí es cuando los “no” se ignoran y se irrespetan. Así es cuando se ejercen conductas de violencia de género, este es el caso del acoso sexual callejero, del hostigamiento sexual, de violaciones, de rupturas de relaciones que terminan en feminicidios. Ahí es cuando Arjona escribe canciones.

Pues NO es así. Si creen que de lo único que depende que estar con una mujer de alguna forma es de su esfuerzo y dedicación están equivocados. No somos una finca a la que hay que cercar, un campo al que hay que trabajar ni un premio que hay que ganar. De la única persona que depende con quien va a estar una mujer, es de ella misma.

Hay que dejar algo claro. Las mujeres somos personas. Tenemos una vida y derecho de hablar con quien queramos. Nadie es nuestro dueño y nadie nos posee porque sólo somos de nosotras mismas.

Casi al final de la nota ella dice que no es celosa como él, que él tiene admiradoras y ella lo presta para la foto. Yo sé que él es mío y que es mi esposo, se reconforta. La creencia de que los celos son signo de amor es falsa. Son signo de posesión, de machismo, de amor romántico y de violencia de género. Nunca debemos agradecer porque alguien crea que le pertecenemos ni porque nos quieran limitar libertades.

Debemos rechazar expresiones así. Una relación que nos limita, que nos pone barreras, que no nos deja desenvolvernos libremente (porque estamos obligadas, por amor, a complacer a alguien), no aporta y más bien resta. Ésta no es una relación sana, es una relación con violencia de género resultado de esta sociedad machista que nos enseña relaciones de posesión y obsesión como una meta, cuando son una trampa.

Una bonita pareja que a pesar de las crisis siguen luchando por amor, concluye la voz en off que narra el segmento que busca ser gracioso pero no. Es una broma que termina reproduciendo horribles y violentos estereotipos.

 

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