Vivir con una eterna conciencia ecológica, social y de género es un proceso y un camino y un estilo de vida.

O sea, trato de “serlo”…

Trato de cuidarme, de comer bien, hacer ejercicio, no tomar tanto, fumar cigarros sólo de vez en cuando. Mota siempre. Movimiento 4:20. Es sin duda alguna, mejor que Prozac, mejor que el amor, mejor que todo. Bueno, no… hay cosas mejores. Pero es buena. Muy buena.

¿En qué estaba?

Tratar: Viajo en transporte público, no tengo muchas posesiones, no tengo televisión hace más de 12 años. No tengo hijos, no tengo deuda alguna y pago mis impuestos. Compro arte y diseño nacional. Creo firmemente en que lo personal es político.

No creo en dios, en la iglesia, en la democracia, ni en lo que se nos vende como el mundo de la “política” que ya nada tiene que ver con el servicio público. Trump nos acaba de enseñar que gana el mejor performer y la gente lo único que quiere ver es basura.  Creo en el amor, en la educación, en el arte y en que podemos hacerlo posible.

Separo la basura y llevo el vidrio, el papel y el aluminio al acopio cada sábado. Y hasta aquí todo bien. Pero tengo que confesar que no puedo usar los productos de limpieza del hogar orgánicos y buenos… Lo he intentado, ¡lo juro! Pero no puedo. Perdón, pero no les puedo explicar la paz mental que siento al saber que todo está  limpio y muerto. El éxtasis nocivo que me producen esos humos tóxicos que emanan del piso de mi baño. Amo el cloro.

¡Ahí está! Ya, lo dije.

Paz.

La necesito. En fin, me pasa lo mismo con el resto de productos de limpieza, jabón de platos y ropa. Perdón. Lo he intentado, pero fracaso. Soy una amante de la lejía. Tal vez lo puedo volver a intentar de nuevo en un rato. Por ahora: no, no, no.

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Foto de Dean Hochman.

Las bolsas de plástico todo bien, siempre cargo las mías de tela, o llevo las compras en mis bolsos gigantes o compro bolsas de materiales reciclados en la caja.  Las amo y funcionan a la perfección. El problema es que igual tengo que comprar bolsas plásticas para la basura y -lo que es peor- las amo también. Soy una mujer infiel: son enormes, verdes, se cierran genial y huelen a limón.

Bastardos.

Con las cosas de plástico para guardar la comida, todo bien, sólo tengo vidrio, pero…

Amo las cochinas bolsas de cierre fácil.

Ya. Lo dije.

Supongo que es un poco como ser feminista también, como que una nunca acaba de ser. Y tod@s lo somos de cierta manera y vamos caminando.

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Foto de Wilson Hui.

Yo quiero que la muni pase, no sé, los martes por las cosas de reciclaje y los sábados por el resto. Que trate los residuos y que con eso compre basureros para poner en cada esquina. La parada del mall San Pedro es una instalación artística en basura sobre el capitalismo en el tercer mundo. Pero no hay ni un solo basurero cerca. No hay basureros. La gente debe andar la basura encima por kilómetros. Podríamos ayudar a la gente un poquito y poner unos basureritos por ahí.

En fin, ayer hablaba con un amigo. El mae “estaba” deprimido.

Donald Trump, Brasil y Temer.

Solís se echó un discurso chivísima y la gente sólo piensa en si el mae se levantó o no.

Nicaragua.

Puede quedar el PLN de nuevo.

Figueres.

El día sin carro y la gente del trabajo haciéndole a uno bullying por siquiera pensar.

Pensar en la realidad de que hay científicos  que dicen que aunque todos hiciéramos lo que se supondría que tendríamos que hacer, ya no hay nada que hacer.

Caminamos a paso firme hacia nuestra extinción como especie.

Mi amigo acaba su queja con: Bueno, en este momento eso no me parece tan mala idea.

Yo asiento.

Sí.

Creo que -de la manera más romántica posible-  yo quiero morir en este equipo. Morir en batalla bajo esta bandera. Poder decir al final: esto fue una vida bien vivida. Viví bien.

Creo que ser feminista ha sido y será un largo recorrido. Paso por montañas, playas, noches y ciudades. Me descubro machista todos los días. Lo sé, un poco (o mucho) como las bolsas verdes. Aun así, quiero morir en este equipo, en esta lucha y por esta batalla.

Existir, ser persona, vivir. Es un desafío y una trampa y un misterio, pero también un regalo y un privilegio. Voy a hundirme en esta realidad hasta que se me revienten los huesos y me convierta en polvo. Esta es la única verdad que sé. Estoy, y siento, y esto me pasa, y esto necesito, y esto soy, y así es, y así moriré. Feminista.

Galerna


Foto de portada por Sven Van Echelpoel.

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