Revista Vacío conversó con Allegra Pacheco, la directora del documental «Salary Man» desarrollado y filmado en Tokio, Japón. 

La observación nos lleva al cuestionamiento y el cuestionamiento nos lleva a la acción. En el caso de Allegra Pacheco, artista visual costarricense, estos pasos (y unos cuantos más en el medio) la llevaron a consumar su primer largometraje documental «Salaryman»; un producto audiovisual que explora el fenómeno del «hombre de negocios» japonés: un personaje subestimado y explotado en el mundo laboral, un mundo donde el individuo no tiene nombre ni voz, pero sí un traje entero.

¿Cómo surgió la idea de hacer este documental?

Desde la primera vez que fui a Japón me cautivaron los salarymen. Dentro de una ciudad con tanta gente, lo primero que me llamó la atención fue un grupo de personas que siempre se movía dentro de patrones definidos: desde cómo se vestían, hasta sus horarios y destinos. Ver a miles de hombres en trajes comportándose como un solo grupo, marcadamente diferente a los demás, me llamó la atención.

Cuando salí en la noche por primera vez, los encontré durmiendo en las aceras de la ciudad, y esto me llamó la atención aún más. Nunca había visto a un hombre “serio”; en traje, durmiendo en la calle. Me pareció un contraste interesante y me dediqué a retratarlos.

Poco a poco surgió la idea de convertirlo en un performance y eventualmente un documental. Me pareció que la vida de los salarymen es muy compleja: se ve influenciada por tantos factores socioculturales que era la única manera de retratar sus vidas de manera efectiva y con campo para explorarlo desde todas sus facetas.

¿Por qué decidieron hacer un documental de una cultura tan diferente a la costarricense como es la japonesa?

Yo he pasado bastante tiempo en Japón. Fui inicialmente a una residencia de arte en Arts Initiative Tokio. Desde allí nació mi interés en el Salaryman. Creo que la idea de hacer un documental basado en Japón no es central a lo que estamos tratando de retratar en nuestra película.

A mi parecer, la cultura laboral japonesa es simplemente una versión más exagerada del modelo capitalista de expansión sin límite. Por lo tanto es, un buen punto de partida para una conversación que debemos tener a nivel mundial.  Los japoneses son sumamente trabajadores, hasta el punto de causarse daño a sí mismos.

Como cualquier versión amplificada de cualquier tema, un lugar como Tokio es inicialmente más cautivador y presenta una forma más clara de denotar los problemas existentes a nivel global. En otras palabras, es un buen punto de partida a una conversación mucho más grande. Salaryman no se trata solo sobre las vidas de los trabajadores de bajo rango en Japón, sino que toca temas del derecho laboral, temas feministas y culturales.

 

¿Hubo algún proceso previo para familiarizarse con la cultura y tema de previo al rodaje del documental?

Como en cualquier acercamiento a una cultura ajena, familiarizarnos con Japón es un proceso. Cada vez que voy descubro algo nuevo, y cada vez me doy cuenta de que estamos apenas rasgando la superficie. Una cultura tan compleja y milenaria es algo que se podría estudiar una vida entera y aun no bastaría el tiempo.

 

¿Quiénes conforman su crew y por qué decidió elegirlos a ellos para crear este documental?

Salaryman no fue una producción planeada de manera tradicional. De hecho, originalmente fui a Tokio con una joven estudiante de cine en la Veritas, Sol Morehead, quien se ofreció a acompañarme a documentar mi performance de los “Salaryman Hunts.” A los pocos días de documentarlo con vídeo me di cuenta que esto era más que una obra de arte. Tenía que convertirse en una película. Así que decidí quedarme en Tokio y filmarlo de manera orgánica.

Eduardo Uribe es mi camarógrafo y mejor amigo. Fue instrumental en crear Salaryman. Apenas le comenté acerca de mi idea, decidió apoyarme sin preguntar mucho. Compró su tiquete y se unió al proyecto aportando su propio dinero y sin paga.

Guiri Uribe, quien nunca había trabajado en producción y estaba de visita en Tokio, tuvo una reacción similar. Su aporte como productora fue invaluable. En la última etapa de la filmación se unió Sebastian Uribe (gemelo de Eduardo), quien fue responsable por el sonido.

Así sucedió con el resto de los integrantes. Cada persona que se unió al equipo lo hizo de forma orgánica, por amor al tema y con fe en mi visión. Cada paso que sobrellevamos era una confirmación de que estábamos en un buen camino. Cuando se sumaron Nadia Conners, y Ross Clarke, ambos con amplia experiencia en el mundo del cine en la escena global, fue cuando nos dimos cuenta que era un proyecto con gran potencial.

Una de las bellezas de hacer una película es que se juntan muchas disciplinas y se necesita de gente super talentosa en varias avenidas. Colaborar con amigos es mi parte favorita de este proceso. Amigos como Meche Oller de Las Robertas, y próximamente con Mario Miranda de Patterns, es súper motivante. Ellos traen a la película sus interpretaciones personales y le dan un matiz diferente al ver la película.

 

¿Cómo fue el flujo de trabajo de producción y rodaje?

El proceso de la idea y los inicios de mis retratos con tiza comenzaron hace ya 6 años. Sin embargo, desde que decidí que el proyecto de Salaryman debía de tomar la forma de un documental, su forma actual lleva menos de un año. Esto confirma mi sentimiento de que las ideas, como muchas cosas mas en la vida, a veces necesitan marinar y madurar hasta estar listas para salir a la luz.

La producción y el rodaje fue muy espontánea. Íbamos de día a día, con fondos personales, y a veces con ayuda de amigos que se interesaban en el proyecto y me compraban obra fotográfica.

Otra cosa que nos costó mucho fue que nadie hablaba el idioma. Además, ninguno de nosotros había hecho un largometraje. No sé cómo no nos asustaron esos aspectos. La verdad es que lo tomamos como un proceso de resolver solo los problemas inmediatos, como “¿A quién vamos a rodar hoy?”. Creo que ir poco a poco y con mucha fe en la historia que estábamos contando fue siempre el pilar de nuestra fuerza como equipo.

¿Cómo fue la experiencia de interactuar con los salarymen y ex salarymen entrevistados para el documental?

Entrevistamos a más de 50 personas. Así que, por supuesto, cada vez fue diferente. Encontramos personas de todo tipo, desde gente con muchas ganas de hablar y super amenos con la cámara hasta gente que pasaba horas sin decir nada. En un par de veces, rodamos toda una entrevista y al final de esta, los entrevistados no quisieron firmar el release form.

En general, creo que sí puedo decir que fue difícil filmar en Japón ya que los japoneses son tan discretos y respetuosos. Nuestro documental toca temas como el karoshi (muerte por exceso de trabajo), y otros aspectos no tan favorables de la cultura local. Eso fue especialmente difícil de sobrellevar, por su naturaleza. Los japoneses no tienden a criticar y era casi imposible tocar algunos temas sin que fuese evidente que estaban haciendo justamente eso.

 

Sabemos que Salaryman no es el documental clásico. ¿Por qué decidió agregar elementos como el performance y la fotografía a su obra?

Sucedió de manera orgánica. Esto se debe a que surgió como un proyecto multidisciplinario que luego se transformó en documental. En diferentes ocasiones nos preguntamos si era correcta la decisión de integrar mi narrativa personal dentro del documental.

Al final decidimos que sí, las fotos y nuestro proceso fueron instrumentales dentro del desarrollo del documental. Además, el desarrollo personal de mi personaje dentro de la película funciona como una especie de hilo conductor en la narrativa.

 

Tomando en cuenta la diferencia cultural que menciona en preguntas anteriores, ¿tuvo alguna dificultad a la hora de desarrollar y producir el documental por ser una cineasta costarricense?

Creo que nuestros obstáculos nunca tuvieron que ver con ser latinoamericanos, y mucho menos con ser costarricenses. Al contrario, creo que siempre generaba mucho interés el hecho de que una mujer latina se interesara dentro del mundo corporativo japonés.

Nuestros obstáculos fueron más a nivel de dinero y financiamiento. Teníamos un proyecto caro y ambicioso, pero nos faltaban películas previas. Esto podría ayudar a potenciales inversionistas a pensar que nuestro documental no era una locura o una mala inversión. Hubo muchos más obstáculos, claro. Pero al ser tantos, sobrellevarlos se convirtió en un incentivo, más que un pesar.

¿Cuál esperan que sea el efecto o consecuencia del documental?

Compartir historias, pasar mitos y cuentos de generación en generación es algo integral dentro de los humanos. El cine documental es simplemente una manera moderna e interdisciplinaria de llevar a cabo este rito cultural. Así que, por un lado, simplemente el hecho de contar y compartir una historia con una audiencia es suficiente.

Por otro lado, es innegable el hecho de que contar una historia, en especial una que narra prácticas que quizás necesitan re-evaluarse (como el karoshi), es una herramienta o una plataforma para entablar una conversación necesaria.

Con Salaryman nunca tuvimos la idea de dar nuestra opinión, a pesar de que se haya basado en nuestras experiencias. Siempre quisimos exponer lo que aprendimos de la manera más artística, verdadera, cautivadora e interesante para que el público decida qué llevarse consigo.

Creo que las fotos de mis Salaryman Hunts, junto con el performance, hacen justamente eso. Aparte de documentar, siento que el simple hecho de publicar imágenes de los hombres dormidos en las aceras logramos logra perturbar el “orden” de lo “normal.” Al hacer eso, nuestra esperanza es que la gente tome nota y quizás vaya más allá.

 

¿Qué ruta de distribución planean para el documental?

Aplicaremos a todos los festivales de cine que podamos – desde los más grandes hasta los más pequeños. Nuestra principal intención es compartir el documental y entablar esta conversación a nivel global.


Salaryman está en proceso de post-producción. Para apoyar el proyecto en el financiamiento de la fase final de su producción puede ingresar aquí.

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