Una ruta histórica por aquellos cines que evocan buenos recuerdos en quienes hoy tienen nietos y nietas.

El año en que nací fue el año en que se empezó a construir el Mall San Pedro, un edificio fuera del Cantón Central que iba a cambiar la forma en que se veía cine. Hablo con mi mamá y me dice que ese también fue el año en que mi abuelo vendió el negocio familiar, una taquería frente al Teatro o Cine Moderno.

Tengo el recuerdo de ir a la taquería cuando aún era de mi abuelo, comerme un taco y que se me cayera el repollo. Ella me explica que posiblemente es porque él le seguía vendiendo los tacos y las salsas a los nuevos dueños.

Bajo por el costado suroeste del Parque Central y llego al antiguo local de mi abuelo para encontrarme con una fotocopiadora. Al frente, un parqueo que tiene pintado en el portón “Parqueo Teatro Moderno”, conservando la memoria del cine que le dió el nombre y el público a la taquería de mi abuelo. El señor que está cobrando recuerda el nombre de mi abuelo y me reafirma que posiblemente yo ni había nacido cuando se vendían tacos a la salida del cine. Mis papás debaten sobre el año en que se quemó el cine sin llegar a un acuerdo pero Google afirma que fue en el 91, tres años antes de que yo naciera.

Sin embargo, busco en mi memoria y tengo un recuerdo claro, salir del Cine Moderno, comerme un taco y que se me cayera el repollo. La potencia del recuerdo es que está lleno de pequeñas mentiras que agregamos para sentirnos parte.

Recuerdo muchas cosas de mi abuelo: entrar a su casa y que sonara Radio Sinfonola, ponerle un DVD de Los Panchos, y cuando empecé a acompañarlo a hacer mandados a un San José que él conocía de forma intuitiva, pero en el que mis ojos servían para leer los nombres del bus y de los locales; pero no recuerdo nunca haber ido al cine con él.

Mi abuelo en las paredes del antiguo Cine Moderno.

Es difícil hablar de un San José que no conocí. De los cines que estaban en el Cantón Central, a los que no recuerdo haber ido. Quiero intentar construir recuerdos a partir de memorias ajenas, llenas de pequeñas mentiras e igual de anacrónicas que mis recuerdos; robarme esas historias y tal vez algún día contarlas como si fueran anécdotas propias.

Primera memoria

La casa de Carmela tiene 70 años de estar en el lado noroeste del Barrio Escalante. Distrito primero del cantón primero de la provincia primera. Nos desplazamos en la memoria de Carmela: espacialmente hacia el sureste del barrio, frente a lo que hoy es KFC y temporalmente a los 50’s.

Carmela camina por el barrio acompañada de su empleada, otras niñas se suman también. Cruzan la calle hacia Aranjuez, después del colegio México dobla a la izquierda y de ahí se mueven 50 varas. Siguiendo esta dirección, hoy se llegaría a oficinas de la Caja Costarricense del Seguro Social, en un edificio que aún conserva la estructura. Es el pequeño Cine Aranjuez, en el que Carmela vió una época de Rock & Roll en la pantalla. Protagonizada por Bill Haley y sus cometas y Elvis. Proyectadas los domingos a las 2, 4, 7 y 9.

Proyección de ‘Don’t Knock The Rock’ sobre el antiguo Cine Aranjuez.

Nos movemos en la memoria más reciente: Carmela sale del Cine Palace después de tanda de 4. Caminan por la Avenida Central, las chicas caminando saludan a los muchachos en carro. Se reúnen en Soda La Garza, ubicada de la esquina noreste de la Plaza de la Cultura 50 varas al este. La dueña, Oliva Esquivel, los recibe con buena repostería, frescos naturales y un queque de higos que Carmela parece recordar con detalle.

Un día en La Garza pasó un muchacho que nunca había visto. Ese muchacho ahora es su esposo, que descansa en uno de los cuartos mientras Carmela me habla de los abrigos que se ponía para ir al cine. Él estaba en tercer año de derecho y ella estaba ingresando a la U. Carmela habla de varias películas gringas, dice que era lo que más veía, pero que también de vez en cuando veía alguna película mexicana.

Le decían que el cine mexicano tenía el mejor color, pero ella lo veía todo como morado. Deborah Kerr, Janet Leigh, Tony Curtis, Elizabeth Taylor, todos nombres y títulos que vió durante su juventud y recién casada.

En los 60’s vino la televisión. Esto representaba un cambio, pero muchas personas, como Carmela, preferían los colores y el gran formato de la pantalla de cine. El cine, nos cuenta Carmela, no se vió muy afectado. Carmela estudió en una escuela y un colegio para mujeres. El cine no era solo la posibilidad de la imágen en la pantalla sino que era un centro de reunión importante.

Segunda memoria

Roberto nos recibe en su casa en Barrio Cuba, en la que ha vivido la mayor parte de su vida. Mayra está dándole clases a un niño. Sin preguntarle nada me empieza a contar sobre el tema del que ya sabe que vamos a conversar. Su nieto, en el fondo del pequeño estudio lleno de fotografías impresas, robadas de los perfiles de Facebook de sus familiares, ve una película de miedo que dice que se llama “Escalofríos”. Roberto me comenta cómo en el contexto costarricense el cine tenía una disposición social importante.

Habla del cine latinoamericano, predominante en las salas más pequeñas ubicadas en los barrios. De cómo las películas gringas eran subtituladas, lo dice señalando los subtítulos en la pantalla del tele que ve su nieto, y habla de cómo muchas personas no sabían leer o no lo lograban hacer con la velocidad que avanzaban los subtítulos.

También habla del cine mexicano, de los héroes predominantemente machistas, nos cuenta que visitaban el país y si eran cantantes muchas veces venían con espectáculo musical.

Roberto viene de un contexto evangélico.  En sus tiempos había una tendencia por hacerle creer a las personas que el cine era malo. Cuenta que los predicadores le pedían a los fieles que se deshicieran de lo que más querían para dedicarle ese tiempo a Dios. Roberto nos dice que a su padre le encantaba el cine. Nunca se lo dijo abiertamente pero él está seguro de que su padre dejó de ir para dedicarle ese tiempo a Dios. Un sacrificio.

El nieto más pequeño se acerca y pide que le pongan Nemo, pero Roberto le dice que solo le mandaron Sammy, nos comenta al niño y a mi que la película es muy linda, que es de una tortuga. El niño accede y él le pone la película en un pequeño reproductor de DVD cuya pantalla es de la mitad del tamaño de los parlantes. Con dos películas viéndose simultáneamente en el mismo cuarto es difícil escuchar a Roberto, entonces nos movemos al comedor.

Mayra se une a la conversación. Roberto nos dice que para la iglesia ellos eran unos rebeldes. No les importaba. Eran fanáticos del cine. Incluso iban a ver películas que eran controversiales en la época. Iban a ver películas que Roberto asegura tenían partes cortadas. Los encargados de quitar los besos de las cintas y otras partes de las cintas que no eran adecuadas eran los del departamento de censura, que siempre tenían que integrar a un cura, y según menciona Roberto, entre más anticuado fuera, mejor.

Proyección de ‘Los Amantes Deben Aprender’ sobre la fachada del antiguo Cine Rex, hoy un Pague Menos.

Escándalos como Marlon Brando usando camiseta en vez de camisa o una película en la que Clark Gable tenía que pasar la noche con una mujer eran atacadas por la censura. Mayra y Roberto hablan de otra película controversial. En inglés el título era Aventura en Roma, en España, Más allá Del Amor y cuando vino acá el nombre era Los Amantes Deben Aprender. El tema “Al di la” que Roberto nos dice que significa más allá del más allá, es la canción que tomaron como propia desde que fuerona a ver  la controversial película al Cine Rex. Durante la conversación nos piden que busquemos la canción en youtube y la pongamos. Después de Al di la, nos piden que pongamos otras canciones de Casablanca, Verano del 42’, Lo que el Viento se Llevó.

Mayra y Roberto siguen siendo aficionados, les encanta ver las películas de los Oscar. Antes esperaban 6 meses para ver las ganadoras en Costa Rica; hoy, gracias a sus nietos “hackers”, consiguen todas las nominadas desde enero.

Tercera memoria

Mario es aficionado al fútbol. Me habla de un partido que lo marcó: Costa Rica – México. Más o menos recuerda que fue entre el 56 y el 58, cuando la tecnología limitada hacía difícil percibir los movimientos rápidos de los jugadores en la portería del “Flaco” Pérez.

La única distracción con la que contaba Mario más allá de las mejengas en las cercanías de Barrio Vasconia, eran los 90 minutos frente a la gran pantalla. Un Mario niño descubre cómo se ve una cancha en México, un país tan lejos de su casa en Plaza González Víquez.

Mario me habla de los jugadores que de otra forma no podría ver. La emoción de la pantalla, la ilusión de ver un partido a kilómetros de distancia hace que a un niño se le olvide por completo que el partido sucedió el día anterior. Costa Rica iba a perder ese partido.

Me habla de Brasil 2016, los partidos en vivo, la señal que viaja de Brasil a Costa Rica con un retraso imperceptible; lo contrasta con esos partidos que se grababan el día anterior, viajaban en avión y al otro día se transmitían frente a Mario, que acompañado de su padre asistía a una oscura sala de cine y esperaba el sonido de la motocicleta que traía la cinta para el proyector de dos carretes de algún otro cine donde se pasaba en la tanda anterior.

Que no fallara la proyección implicaba que se mantenía el engaño de ver a los jugadores en vivo, de ver el gol que anotaba México contra el equipo nacional.

Más adelante estaría entrando al Cine Lux o el Ideal con amigos o la novia. Por un lado entraban los hombres, del otro lado las mujeres. Ya adentro, en la oscuridad que solo permitía el cine, se acomodan en parejas. El acomodador entraba para señalar los espacios disponibles y para vigilar los apretes y otros contactos juveniles inapropiados. Alumbraba una fila con el foco y la fila contestaba “¡Aquí no hay zorros!” “¡Sea necio!” “¡Apague esa luz!”

Se iba a tanda de 3 los sábados o domingos, entre semana solo iban adultos. Primero la misa y el almuerzo en casa. Luego el grupo se alistaba para ir al cine y al salir una ensalada de frutas en Soda Castro, 5 colones en total,.

Cuarta memoria

Entro por el portón del Parqueo Teatro Moderno. Veo el espacio vacío. Un par de carros parqueados. Detrás del cobrador una foto del antiguo cine. Me imagino la pantalla en la pared blanca del fondo. Salgo, cruzo la calle, me imagino el olor de los tacos, la salsa de mi abuelo. Recorro todo San José enfrentándome a parqueos, restaurantes de comida rápida, tiendas por departamentos, lotes vacíos.

Me recorre una sensación extraña; la nostalgia de lo no vivido. Para mi es difícil hablar sobre los cines en el centro de San José porque nunca los vi o no los recuerdo. Me disculpo si existen fallos en las anécdotas, no intento hacer un recuento fiel o con datos históricamente acertados. Es más un ejercicio de imaginación o el deseo de haber podido vivir otro cine, en otra ciudad, de otra manera.

Preparé este mapa en caso de que alguien (por nostalgia o curiosidad) quiera visitar los lugares donde se ubicaban los cines en San José:


Fotografía y video por David Durán.

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