Desde hace años he venido creyendo que si a las fronteras las definiera la cultura, habría dos países en el Caribe centroamericano. Un país garífuna hacia el norte -desde Belice a Nicaragua- y otro creole -de Nicaragua hasta Colón en Panamá y una parte de Venezuela-. Uno de los rasgos donde es más obvia esta homogeneidad cultural es en la música.

Mi interés por encontrar similitudes en la música del Caribe se dio por casualidad. Recuerdo muy bien que tenía más o menos dieciséis años, y me encontraba calentando los radios de mi abuelo -que solo captan la frecuencia AM-. Por casualidad apareció en Radio Cucú, una emisora dirigida a audiencias nicaragüenses radicadas en Costa Rica, la canción Bluefields Express grabada por el grupo Dimensión Costeña en los años ochenta.

Era la primera vez que escuchaba esa canción, oriunda de la costa donde nació y creció mi padre. Me fascinó el ritmo y el sabroso arreglo, donde sobresalía la guitarra eléctrica y el órgano. Podría decirse que a partir de ahí empezó mi vocación como músico y estudioso de los géneros caribeños. En ese momento ni me pasó por la mente que, en los siguientes años, me iba a interesar cada vez más en el tema.

“Come take a ride in the Bluefields Express – Video por Ramón Morales”

Al tiempo encontré una versión costarricense de Bluefields Express en el disco de mi tío Sergio «Flee» Morales y la banda Afrocaribe, grabado en los años noventa. En esta ocasión el tema había sido renombrado como Reggae Express. Tenía la misma cadencia, solo que cambiaba el sentido de la letra de la original y sustituye la palabra «Bluefields» por «reggae». Esta misma canción, además, era un arreglo en popurrí con otro tema llamado «Cockroach».

La composición original hacía alusión a un barco con el mismo nombre, que transportaba de personas y productos entre Corn Island, Bluefields -en la costa- y El Rama -al interior de Nicaragua-. Este mismo viaje lo seguía haciendo el extinto «Captain D» cuando visité la costa en el 2016.

Al igual que en la polémica frontera con Costa Rica, dividida por el Río San Juan, en el Caribe nicaragüense no existen carreteras, por lo que la comunicación marítima es indispensable para el abastecimiento de las personas. Bluefields Express viene siendo una especie de himno que celebra la existencia de esa embarcación que permite el intercambio económico y con ello la sobrevivencia de las comunidades.

Foto del libro Calypsos Limonenses de Carlos Saavedra Reyes

La versión tica omite el sentido obrero -de homenaje a una obra de bien social- del tema original. Su mensaje se aligera y le aporta un tono jovial asociado a esas imágenes que nos produce pensar en reggae (por ejemplo, a mí me hace pensar en tranquilidad, reflexión; playa de día, fiesta en la playa de noche…).

Al visitar Limón, me di cuenta de que Reggae Express es una canción bastante popular en el repertorio habitual de los grupos de calypso locales. Con el tiempo fui conociendo y atesorando muchas otras canciones caribeñas que se tocan en varios países como si fueran propias.

Por ejemplo, 72 weeds es una antigua canción jamaiquina sobre las plantas con poderes medicinales.  Esta canción, interpretada por Walter Ferguson en un disco grabado por Papaya Music, era interpretada en Panamá por Lord Cobra con el nombre de Crooked Sales Man. Años más tarde fue traducida al español con el nombre de El buhonero por el panameño Pedro Altamiranda, y finalmente adaptada a la realidad costarricense por el grupo de «chiqui chiqui» Jaque Mate, quienes la renombraron El choricero.

El Choricero – Jaque Mate

Algunos años después de mis primeros acercamientos al tema, participé en un concierto que se realizaba en el gimnasio del Colegio Episcopal en Río Abajo, Panamá. El objetivo del evento era recaudar fondos para realizar un documental sobre calypso.

El productor Anghelo Taylor me pidió que tocara, y sin pensarlo compré un tiquete de bus y me fui. El evento estuvo bueno, pero lo más inolvidable para mí ocurrió entrada la noche, cuando nos encontrábamos celebrando en el Johnny B, bar muy famoso entre los músicos locales. Como había tanta gente vinculada con el calypso, me pidieron que interpretara un tema, y yo bastante nervioso saqué mi banjo y me puse a cantar My Commanding Wife, una canción que había aprendido de mi tío Flee y me sabía bien, pues la había tocado en varias ocasiones con el grupo Kawe Calypso de Cahuita. Sorprendentemente todo el bar me acompañó con el coro: «Oh oh, ah ha. Oh oh, ah ha. Oh my commanding wife, she wants to destroy my life…»

La emoción que me produjo ese momento me hizo recordar la sensación de aquella vez en mi adolescencia, cuando encontré una canción de Nicaragua en un disco de calypso de Costa Rica. Esa noche, en el Johnny B, sentí que había encontrado personas que hablan mi idioma y entendían esa fascinación mía por el calypso, sin importar que yo no fuera panameño. En ese momento perdí mi atención por las fronteras políticas.

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