En mayo del 2016 se celebró el festival de música afro-Cubana electrónica Manana en Santiago de Cuba. Si bien el festival cumplió su promesa, acoso sexual vivido dentro y fuera de la pista de baile me recordó una vez más que a las mujeres no se nos da la misma libertad para disfrutar de la escena musical en vivo.  

Día 1

Medito pensamientos sueltos mientras camino hacia mi primer día en el festival Manana. Camino escuchando música como escudo ante las palabras sucias que me chistan los hombres en la calle. Si los audífonos bloquean el sonido, mejor. Estoy intentando vivir esa película de viajera en Cuba que creé en mi inconsciente antes de venir. Pero siento los ojos de los demás en mi. Los siento paso a paso.

Veo a un muchacho llamar la atención de sus amigos, señalarme, desvestirme…  Trato de ver el cielo con sus rojos, rosados, naranjas y respiro hondo. Nada que hacer.

No es sólo un grupo de amigos, son la mayoría de los hombres. Sigo caminando, a veces más rápido, a veces más lento – todo depende de qué tanto tengo que evitar las miradas sucias. Llegó al festival un poco antes de su inicio.

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Recojo mi pase de prensa y aprovecho para hablar con uno de los co-fundadores del festival, Jenner del Vecchio. Los ánimos están un poco bajos: lleva días lloviendo en Santiago de Cuba (algo completamente inesperado) y la falta de wi-fi dificulta severamente la organización del festival. Aunque los organizadores están al límite del cansancio, afuera de las oficinas es un ambiente vivo y ecléctico. Son de Batey se está alistando para tocar su repertorio de son montuno, changüí, guaracha, nengón y bolero. Es difícil imaginar que pronto la pista se llenará, además, de DJs de electrónica.

Manana es el inicio de una conversación.” Empieza a contarme Jenner. “El proyecto empezó como una amistad entre los co-fundadores, Harry [de UK], Alain y yo.” Harry se mudó a Santiago de Cuba el año pasado, trayendo consigo un pequeño estudio de 120 kg. Su idea era aprender sobre la música afro-cubana y, a la vez, compartir un poco de conocimiento sobre la música electrónica.

Mientras nuestra conversación avanza, Jenner revive los inicios del proyecto y el cansancio da paso al entusiasmo. “Sea cual sea el resultado, es una propuesta muy interesante conectar a dos culturas tan diferentes. Digo, desde un punto de vista muy simple, la música electrónica tiene un enfoque en innovación, producción, promoción, distribución independiente. Ya sabes, se acostumbra hacer la música de forma individual, venderla por internet, usar tecnologías diversas, empujar los límites. La percusión Afro-Cubana es algo que se pasa generación a generación. Es muy tradicional, muy espiritual, muy religiosa. Muchos de los percusionistas nacieron percusionistas. Así que muy simplemente, son dos gamas opuestas y va a estar interesante ver qué pasa cuando los juntamos.”

Las grabaciones con los músicos durante y previas eran esenciales, me cuenta Jenner. “Los grupos cubanos no pueden grabar. Logramos grabar el año pasado con Obbatuké. Llegaron a Edinborough, los grabamos y fue alucinante.”

 

Y no solo la propuesta musical es diferente, Manana es un festival poco tradicional en muchos sentidos. Primero, fue financiado completamente por Kickstarter y por donaciones de unos pocos patrocinadores. Dos semanas en Cuba, colaboraciones musicales, grabaciones, talleres y un festival internacional de tres días por tan solo 70 mil euros.

Segundo, el festival no era el evento principal sino la culminación de lo que fueron dos semanas de colaboraciones y talleres entre músicos internacionales y músicos cubanos. “Eso no significa que le queríamos poner beats a la música afro-cubana, eso sería lo opuesto de lo que estamos tratando de hacer.”

La idea era crear una verdadera conversación entre géneros muy diferentes de música, me explica Jenner. “Trajimos a Quantic, Gifted & Blessed, Kumar, Soundspecies y Plaid de una a dos semanas antes de que el festival iniciara para que trabajaran con los músicos locales. Pudo no haber funcionado pero lo que salió de esas colaboraciones fue absolutamente impresionante.”

Invité a Jenner a una cerveza después de la entrevista y hablamos de todo y nada un rato más. Siempre he pensado que un poco de historia es la sazón perfecta para cualquier experiencia. Después de escuchar el sacrificio y trabajo en equipo que había sido traer a estos músicos, lo único que quería era bailar y disfrutar de esta propuesta tan diferente. Cuba-03Me levanto de la mesa. Ya está oscuro. Pase de prensa, cámara en mano, música en mi cabeza. Empiezo a caminar con energía. Pero ese sentimiento dura poco. Varios muchachos paran en la calle para verme pasar, siento sus ojos en mi trasero. Ando vestido porque Cuba es demasiado caluroso pero lo uso largo, adrede, para que no piensen que “ando buscando”. Me enojo conmigo misma por siquiera pensar que puede ser mi culpa por mi atuendo. Trato de mantener la paz y le pido a mi cabeza no discernir las palabras que escucho. ¿Cómo era que le decían a uno en la escuela? Oír sin escuchar. Pero las entiendo, las escucho, siento las miradas.

Entro al salón adónde están tocando electrotumbao. Hay una comparsa en full swing y un clarinete tocando en vivo a la par de DJ Jigüe. Mi cámara me limita la posibilidad de verdaderamente bailar pero siento el beat correr por mi. Ocupo moverme por más torpe que sienta mis movimientos, disfruto este juego personal enormemente.  

Pero atrás hay un medio círculo de hombres, parados viendo culos. Ellos no vienen a escuchar música, vienen a aprovecharse del ambiente. No logro escapar las miradas. Me siento ridícula. ¿Cómo me pueden ver así? ¿Cómo puede un extraño hacerme cosas en su inconsciente tan nefastas? Pero no sólo me molesta, me duele físicamente. ¿Por qué tiene ÉL el derecho de hacerme sentir así? ¿De hacerme dudar tanto de mí misma? Soy una mujer fuerte me digo. Pero en vez de darme la fuerza esperada, las palabras suenan huecas. Es casi la medianoche y toda mi alma me duele. ¿Por qué no me pueden ver como persona?

Día 2

La frustración es física, evidente, palpable. ¿Por qué tiene que ser así? Pienso mientras me retuerzo en mis cobijas. Memorias de la noche anterior: subí a tomar aire, me dio un episodio bipolar. Eso es, emociones incontenibles. Tres hombres me ven salir. Presa fácil. Me persiguen. Mi rostro no lo conozco, durante estos episodios es ajeno a mí: retorcido con emoción, preocupación, ansiedad. Ganas de dejar de existir. Aún quiero dejar de existir y pienso desde la inmensidad de mis cobijas. Veo a los hombres en mi cabeza, “bombón, nena, guapa, bebé, bebé, bebé… Yo solo quiero ayudarte.”

“¡Déjenme vivir!” les grité. Fue un alarido, que salió desde el fondo de mi ser. Ellos se alejaron. “Está histérica”, los escucho pensar. Me ahogo. Y hoy en mi cama, sigo llorando. Sigo ahogándome. Me quedan varios días en Cuba rodeada de acoso sexual… y yo del otro lado. Sin entender en qué momento me separaron el corazón y me dejaron desnuda sobre el lienzo. Tengo que continuar.

Vacío. El segundo día del festival está apenas comenzando. Voy por una cerveza, pago un peso. Entro al teatro y bailo entre dreads, afros, trencitas y sombreros, intentando sentir la música. El grupo de bembe, Ache Meyi está tocando con los DJs de Soundspecies. Se pasa de extraño ver a dos jóvenes ingleses tocar con un grupo de bembe pero es justamente la propuesta que se espera de este festival. Una realidad que se siente irreal. Cuba-02

Durante mi segundo día del festival tengo una entrevista con Wichy de Vedado, un impresionante productor de música electrónica que emergió de la escena underground de la Habana. Wichy logra con su música una frenética interacción entre la música electrónica y la música folklórica cubana. Nos sentamos hablar sobre su vida como músico y la escena electrónica en Cuba.

Wichy empezó a interesarse por la música electrónica entre 1998-1999. Pero desde sus inicios tuvo una filosofía central: trabajar, trabajar, trabajar. Empezó haciendo remixes de clásicos de jazz. Y luego creó sus propias piezas junto con su grupo Djazz.

“Empecé con eso y paralelamente a eso me empecé a meter también en el mundo del hip-hop. Probé muchos raperos de hip hop: Michael Extremo, los Aldeanos, todos esos. Y estuve mucho tiempo en proyectos con ellos.”

“A la misma vez trabajaba en clubs de música electrónica, deep house, drum & bass y eso. A mi lo que me apasiona es la música y me meto en muchos mundos y trato de meterme en muchas cosas.”

Wichy ha logrado su fama y en Cuba eso significa también la posibilidad de viajar como músico. Hasta ahora ha tocado en Holanda, Alemania, España y Serbia. Pero lograr profesionalizar su música no fue fácil para Wichy. El gobierno de Cuba no validó la música electrónica por muchos años, por lo que la industria tuvo que desarrollarse ilegalmente en sus inicios. “En aquel tiempo no éramos profesionales. Aquí le llaman profesionales cuando alguien pertenece a alguna institución o una empresa. Nosotros tocábamos ilegal en todo lado.” La técnica que utilizaban, me cuenta Wichy,  era la de contratar a otros músicos. “O sea, invitábamos a algún saxofonista y a través de él es que podíamos cobrar nosotros. Nosotros no podíamos trabajar en ninguna institución del estado oficial.”

Pero aún bajo esas condiciones, Wichy lograba reunir a 2 mil personas por evento. Poco a poco, Wichy, junto con otros productores, lograron abrir un espacio para la música electrónica en la escena musical de la Habana y, a través de su popularidad, lograr la legalidad del gobierno. Y ahora, con la apertura hacia Cuba, la audiencia para la electrónica Cubana puede aumentar.

“Este es otro momento, otra generación y yo creo que es interesante para mucha gente que no sabe que ha estado aquí todo el tiempo: hay una escena electrónica, hay una escena del hip hop, hay una escena del reggae. Pequeña, pero eso no se conoce, no hay divulgación. Y como ahora hay muchos ojos en Cuba creo que va a empezar a salir eso porque la gente está buscando qué es lo que no conoce de Cuba y qué está bueno y qué tiene corazón.”

Y la música de Wichy en definitiva tiene corazón, alma y cuerpo: 

La entrevista con Wichy ha durado un buen rato y yo me siento lista para disfrutar de la música nuevamente. Pasé la mañana convenciéndome de que no tenía porque molestarme tanto el acoso. Siempre pasa.

Cambie mi cristal por una Bucanero Strong beer. Ahora bailo comparsa, el piso me quema las puntas de los dedos pero el frenesí recorre todo mi cuerpo. Salgo bailando del salón para ir al segundo stage. Bajo al sótano, bailo electrónica. La música fluye en mi corazón, en mi sangre. Fuera de mi ser, no soy yo la que muevo mi cuerpo, son los artistas desde el escenario. Yo sin problemas. Un pez diminuto nadando entre este nuevo mundo. Trabaje durante el día. Ahora bailo. Ahora medito. Cuba-05

Pero noto los ojos cambiar a mi alrededor. La amabilidad con la que fui tratada en la tarde se convierte en sexualidad. Camino hacia otro lugar del salón cuando un hombre se me pone al frente, me agarra desde la cintura, me restriega contra él, se restriega contra mí, el olor a ron, los ojos vidriosos. “¡No quiero bailar!” le gritó mientras trato de zafarme. Lo siento tocarme, estripar mis nalgas. “Ayy mami pero baila un poquito conmigo.” Siento su verga. Estoy aterrada, lo empujo lo más fuerte que puedo a punto de acudir a un rodillazo. Él se molesta. Pienso en las palabras de Wichy: “el cubano no entiende este festival”. Trato de seguir bailando pero el hombre no deja de verme. Me muevo, él se mueve. Decido irme.

Esa interacción me dejo enferma. Molesta. Llego a mi cuarto y de nuevo ese sentimiento vacío. Siento que no soy humana, si fuera un ser humano habría empatía y no me tratarían así. Me siento sucia, frustrada de todo un día de viajar en un país con fuerte acoso sexual.

Extraño a mi país, que si bien se me quedan viendo por culona nunca llega a tal nivel. Me quito la ropa, me meto a la cama, abro una bolsa de gomitas que me traje de Costa Rica y me pongo a ver Planet Earth. “Esto esta bien”, me digo mientras me acomodo y lloro profundamente.

Día 3

Logro llegar al festival, la música fluye en mí pero por alguna razón es imposible disfrutarla. Porque soy una mujer joven. La mujer joven se merece al hombre de ojos nublados con aliento a ron. La mujer joven se merece que la agarren en contra de su voluntad para apretujarla. La mujer joven no sabe lo que quiere, hay que insistir hasta que ceda. Si todo falla, la mujer joven se merece el sexo contra su voluntad.

Una mujer que sale sola de noche es sospechosa, algo quiere, algo anda buscando, ¿qué anda buscando? Mi pene, mi verga. Eso es lo que quiere, que le den. Si dice que no, nada más hay que insistir.

Quiero volver a Costa Rica. No soy valiente. Estoy sentada en un hotel cerca de la plaza con lágrimas a punto de salir de las cuencas de mis ojos. Digo cuencas porque las lágrimas albergadas relacionadas a mi sexualidad son casi infinitas y parece que siempre están listas para volver a caer.

En ese mismo lugar y por fortuna, conozco a Aaron Liddard que solía tocar el saxofón en el escenario junto a Amy Winehouse. Compartimos música, experiencias, ideas… Parece que a Aaron también lo han estado acosando desde que llegó. Las cubanas le ofrecen sexo agresivamente a cada momento, me cuenta. La desesperación es agobiante. Discutimos al respecto y lo difícil que ha sido viajar en Cuba dado el acoso sexual constante. Pero Aaron reconoce que su experiencia es otra, él no se ha sentido en peligro físico ante estas situaciones y eso puede hacer toda la diferencia. Cuba-04

Más tranquila, Aaron me conecta con uno de los músicos que he estado persiguiendo desde que llegué al festival, el Iraní Pouya Ehsaei. La colaboración musical que Pouya tuvo con Galis, uno de los padrinos de la percusión Cubana, fue una de las experiencias musicales más etéreas que he vivido. Entre las conversaciones religiosas musicales de Galis y la fluidez vibracional de Pouya, se creó en ese escenario una dimensión paralela en donde la música fluía en un ámbito extra-sensorial.

Pouya es diferente… Su presencia es la de un alma vieja que alberga una antigua sabiduría o, en este caso, un universo de música etérea en su ser. Y la entrevista no es la más regular, justo antes de comenzar uno de los músicos Cubanos se nos acercó a invitarnos a un purito de marihuana. Así que ahí estamos, cuarto dentro de cuarto dentro de cuarto fumándonos un joint dentro de un vestidor que contiene trajes de mil colores. Yo le traducía a Pouya mientras los otros 4 chicos nos contaban historias de cómo la religión y la música se conectan. Después de ese agradable intermedio nos sentamos a hablar.

“Al principio, cuando Harry me contó su idea que él iba a realizar esto [Manana Festival], yo pensé –esto no va a pasar, porque yo creía saber un poco de Cuba. Siempre pensé que era un poquito como Irán, mi propio país, y este tipo de cosas no pasan fácilmente. Y no pasó fácilmente, fue un proceso difícil para todos pero ser parte de algo así en Santiago es increíble. Es muy bueno tener la experiencia de cosas que nunca has vivido antes.”

Pero creo que todos estamos impresionados de lo que se logró en el festival. “Lo que pasó durante este festival fue genial porque se creó este sentimiento de conexión completamente musical. Yo no puedo hablar español y hubo mucha complicación cuando nos tratábamos de comunicar verbalmente pero apenas empezábamos a tocar, por más de que yo no supiera mucho de la música Cubana y ellos no sabían mucho de lo que yo estaba haciendo, la conexión que creamos rápidamente fue impresionante.”

Y esto fue justamente lo que pasó con Galí, me cuenta Pouya. “Con Galí, alistamos todo, mi traductor estaba afuera, llegamos a practicar y él nada más nos dijo que nos sentaramos y nada más empezamos. Y creo que de hecho fue lo mejor, tocamos una hora sin decir nada. Después de una hora paramos y fue lo mejor que hicimos. Nunca lo vamos a poder repetir.”

Las barreras de lenguaje dificultan un poco la conversación, pienso que Pouya es alguien que le gusta decir más diciendo menos. Pero lo que verdaderamente quiero preguntar es, ¿cómo logra él esa comunicación musical? Pienso que sólo una persona altamente espiritual puede lograr conectar con su audiencia de esa forma. “Yo no creo en nada realmente,” me dice Pouya, “nada en particular que pueda decir –esto es en lo que creo. Pero en la música y tal vez en la vida verdaderamente creo en la casualidad. Me gusta mucho la idea de la casualidad y trato de incorporarlo en mi vida y mi música.”

Después de hablar con Pouya me quedo pensando en esta conexión con la música, como algo sensorial que se vuelve abstracto. La sensación de conexión musical es diferente a todo, es algo que se siente del alma. Era difícil hablar con Pouya pero fácil entenderlo a través de su música.

La percusión en el corazón, la cámara en mano. El mundo parece que sigue adelante. Dale! Hago más amigos en el festival, bailo con alegría. Parece que hoy va a ser un mejor día.

Pero la felicidad es externa porque en el corazón sé que todo cambio. Y el baile nace del alma pero los hombres lo que ven es el cuerpo, sus curvas, moverse. Ella quiere sexo piensan. Y yo lo que quiero es que se me de la libertad de vivir la música y el baile desde su nacimiento espiritual.

Desde los 13 años que empecé a ir a conciertos he tenido un sueño. Que la audiencia me alce. Como adolescente en un moshpit, me imagino flotando sobre él, escuchando a mis artistas favoritos, siendo pasada de mano en mano en una ola de energía hacia el escenario. Flotando. Lo pensé en todos los conciertos por años y lo sigo pensando. Pero eso es un sueño porque desde los 13 años que empecé a ir a conciertos yo sabía que si hacía eso lo único que iba a pasar es que me tocaran toda.

Los hombres que me gritaron, acosaron, siguieron y que me tocaron en Cuba no se dieron cuenta de las puñaladas que me estaban dando poquito a poco.

Los maes que me tocan el culo y las tetas en los moshpits no piensan que están arruinando la experiencia musical de una persona.

Los muchachos que se llegaron a restregar con su verga medio parada contra mi en los clubes no se dieron cuenta que me quitaron el amor al baile.

Deberían saber lo difícil que es no bailar en paz.

Una guitarra blanca

Rompiendo el silencio

Es de lo más honesto

Que yo ahora puedo escuchar.

Por favor, déjenlas bailar.

Por favor que nos dejen bailar.”

– Una apropiación de Guitarras Blancas por una chica que solo quiere bailar

 

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