Este diciembre se cierra un capítulo importante dentro de la música costarricense.

Este 19 de diciembre cuando se celebre la última noche en El Steinvorth ⎯bar emblema de la escena alternativa capitalina⎯, tocarán un mínimo de siete bandas de rock como parte de un mini-festival planeado para festejar el paso de este lugar por nuestras vidas. El Steinvorth se consolidó como un espacio dedicado a la música electrónica bailable ⎯donde fue indiscutible punta de lanza⎯, y su reputación se construyó sobre fiestas y largas filas de juventud inquieta esperando su turno para entrar al bar.

Sin embargo, su importancia como recinto de música en vivo ha sido igual de importante, aunque menos conocida fuera del circuito rockero. El menú sónico que ofrece en su despedida termina de amarrar una historia de amor de más de seis años y confirma su importancia como uno de los escenarios costarricenses más importantes de la última década en cualquier género.

El Steinvorth nace como un experimento de un grupo de amigos. Julián Mora Sáenz era el del contacto inicial, con suficiente visión y acceso al espacio. Su grupo cercano de amigos eran todos entusiastas y entendían los alcances que podía tener el proyecto. La idea inicial es rescatar el espacio y explorar sus posibilidades: galería de arte, café, bar, sala de conciertos, salón de baile… todo es posible.

Foto de Pablo Murillo

El plan es tomar una sección de un edificio de más de cien años, una joya abandonada de arquitectura modernista en una ciudad que se había vuelto impersonal y despoblada, y usarla como semilla de recuperación urbana. Una herramienta para que la juventud de las clase media redescubra la ciudad y tenga espacio para expresarse dentro de las nuevas estéticas, pero que la vez la reconecte con su historia y su legado.

Para financiar la remodelación durante el 2009, organizan varias fiestas privadas totalmente informales y la respuesta los sorprende. La gente responde y se apodera del espacio, pasan de tener asistencia exclusiva de gente conocida a tener contacto constante con personas nuevas interesadas en el lugar. Entre esas primeras actividades está un concierto de la banda de rock instrumental Zópilot!.

Este concierto fue un punto decisivo para ambas organizaciones. Zópilot! era una banda formada por adolescentes saliendo de su vida colegial y entrando a su vida universitaria, que buscaba escenarios nuevos para exponer su trabajo. De forma paralela, el equipo del Steinvorth buscaba sonidos nuevos para integrarlos dentro de su repertorio de eventos, y el concierto sirve para impulsar la creación de un espacio regular para música en vivo dentro de la agenda del bar. Zópilot! formaba parte de una generación de bandas nuevas que estaban debutando en diferentes lugares de la ciudad, y su conexión con el Steinvorth sería esencial para crear un puente entre espacio y contenido.

Foto de Pablo Murillo

Esta generación se cocina a fuego lento en la escena musical alternativa durante el 2009, al mismo tiempo que Julián y sus muchachos en el Steinvorth desarrollan su proyecto. Ambos cuajan justamente durante el 2010, cuando bandas como Las Robertas, Niño Koi, Zópilot! y The Great Wilderness aparecen en bloque como relevo generacional, la nueva juventud creadora, y el Steinvorth formaliza su presencia en la ciudad como un nuevo espacio abierto al público general dispuesto a arriesgarse con propuestas innovadoras.

El primer hogar de esta generación de bandas es El Lobo Estepario, que los acoge durante año y medio con fechas abiertas en viernes y sábado, mientras se van articulando como comunidad. Una vez que el Lobo le cierra el espacio a las bandas de rock alternativo para dedicarse más a la poesía y al stand-up comedy, la generación termina su migración hacia los escenarios del Stein.

Ahí es cuando el Steinvorth se consagra como un espacio para las bandas alternativas más importantes de su generación. Aparte de las ya mencionadas, se unen otras como 424, Alphabetics, Monte, Continental, Los Waldners, Florian Droids y Colornoise. Una selección completísima de las bandas más destacadas, muchas de las cuales hicieron historia no sólo a nivel local, si no a nivel iberoamericano.

Una serie de fechas importantísimas y memorables se dieron ahí: el lanzamiento del disco debut de Alphabetics, el lanzamiento del vídeo de Niño Koi ⎯también su último concierto durante dos años⎯, la despedida de la baterista de Los Waldners, el lanzamiento del disco LOT! de Zópilot!, los Desayunos de Huba & Silica, los emocionantes Floriatones de Florian Droids. El Stein se volvió el salón formal para celebrar las efemérides y los logros más importantes de la escena alternativa, la casa donde se reúne la familia para vivir sus momentos más significativos.

Foto de Pablo Murillo

Aparte de ese lugar tan especial para la comunidad alternativa, también se convierte en una ventana donde se dan a conocer propuestas experimentales como las de Alex Catona y algunos ensambles de jazz moderno. Curado magistralmente por Mau Soto y Julián Mora desde el primer día, el Stein no conocía límites, ni consideraba ninguna propuesta demasiado riesgosa.

Otra área musical en la que se destacó el Steinvorth fue en la coproducción de eventos internacionales, principalmente de la mano del promotor Roberto Montero, dueño de Clap Clap Records y creador de Epicentro. Esta unión permitió que disfrutaramos de la vanguardia de la música iberoamericana contemporánea. El Mató A Un Policía Motorizado, Dënver, María y José, Los Macuanos y Porter son sólo algunos de los diferentes grupos que jamás habrían pasado por nuestra ciudad de no tener esa mezcla del lugar idóneo sumado al trabajo constante y a la ambición valiente. El Steinvorth se convirtió en la sala donde el resto de iberoamérica llegaba a presentarse ante nuestros ojos, y donde nuestros artistas/embajadores pulían sus creaciones antes de llevarlas afuera.

El mes pasado Florian Droids hizo su gran acto de despedida en el Lucernario del Steinvorth, seguido por el anuncio de la separación de Zopilot! inmediatamente después. Ahora le llega su momento al Steinvorth y a todos nos toca entender que estamos viviendo el final de una era. La generación de bandas que participó en el espacio, los proyectos que tuvieron eco ahí y el lugar mismo transformó por completo como veíamos las posibilidades de nuestra ciudad y la de nuestras nuevas generaciones de artistas.

Al rescatar las partes abandonadas de nuestras raíces urbanas, el Steinvorth le dio las herramientas del redescubrimiento y la reinvención a jóvenes que a su vez llevaron esta luz a otros lugares, dentro y fuera de nuestro país. Ahora el espacio desaparece, pero las lecciones quedan.

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