Kunihiko Ikuhara construyó un estilo personal muy sólido que se evidencia en todas sus obras. 

El simbolismo desmesurado, los colores brillantes, las narrativas sobre la pérdida de inocencia y la exaltación de lo femenino son las marcas definitorias de Kunihiko Ikuhara, quien después de dirigir algunos capítulos de Sailor Moon (los mejores en mi opinión), es responsable de tres animes originales en las pasadas dos décadas: Shoujo Kakumei Utena (Revolutionary Girl Utena), Mawaru Penguindrum y Yurikuma Arashi.

Kunihiko Ikuhara comenzó a mostrar claramente los matices que definen su obra en los capítulos de los que estuvo a cargo en Sailor Moon, especialmente cuando asumió la dirección general de la serie para Sailor Moon S. Desde entonces ya era claro que el autor no pretendía de ninguna manera seguir las fórmulas comunes en las narrativas del medio animado. Más aún, que su pretensión era –y sigue siendo- destruirlas. No es de extrañar que la relación homosexual entre Sailor Neptune y Sailor Uranus fuera uno de los focos de la serie apenas obtuvo una mayor cuota de poder creativo, y esto en una serie que, a pesar de que pone a sus protagonistas femeninas como luchadoras, siempre requirió ulteriormente del tropo de la damisela en apuros, como se puede apreciar en este video. 

Escenas como esta eran parte de la fórmula episódica en las primeras temporadas de Sailor Moon.

De hecho en varios países intentaron censurar la relación entre Uranus y Neptune a través de los doblajes, con un resultado particularmente cómico en la versión norteamericana: En el doblaje decían explícitamente que Uranus y Neptune no eran más que primas, sin embargo evidentemente lo que los personajes decían con palabras en la versión original no era lo único que apuntaba a una relación amorosa entre ellas, sino que el lenguaje corporal y la forma en la que se trataban mutuamente ya lo hacía de por sí. El resultado de esto fue que muchos espectadores dedujeron la relación verdadera entre Uranus y Neptune, y a ella le sumaron el que fuera incestuosa (por la narrativa inventada de que eran primas).

Volviendo al tema. Tuxedo Mask representaba aquello de lo que Ikuhara quería deshacerse. Y eso fue lo que hizo en 1998 con Shoujo Kakumei Utena (SKU), donde la protagonista debe luchar siempre por su cuenta contra varios rivales para liberarse finalmente a sí misma de las garras del sistema que todos a su alrededor dan por sentado. Este tema es compartido en general por las otras dos series que crea, una en el 2011, Mawaru Penguindrum (MPD), y otra en el 2015, Yurikuma Arashi (YKA). Pero en ellas se expone de maneras muy diversas: MPD se basa ligeramente en el ataque de gas sarín en Tokyo en 1995, y tiene como tema principal las relaciones familiares, especialmente aquellas entre padres e hijos, la herencia de culpas y los traumas infantiles. YKA se enfoca específicamente en la alienación sentimental provocada por tradiciones y externalidades.

No voy a hacer una síntesis de las series porque sonarían demasiado ridículas de primera entrada. Es de esas cosas que, si son contadas y no experimentadas directamente, no tienen el más mínimo sentido. Sí voy a mencionar aquello que me fascina de ellas para hacer una idea de lo que la voz de Ikuhara implica.

En primer lugar, el simbolismo que atraviesa la totalidad de estas series invade el mundo de los personajes mismos. Los límites entre el mundo simbólico y el mundo “real” en que viven se difuminan, y aquello que es simbólico para nosotros como espectadores, es también simbólico para los personajes. A pesar de esto, no chistan por las cosas extrañas que pasan. Es como una especie de realismo mágico, animado y japonés.

La arquitectura de la escuela que funciona como setting en SKU, es una clara influencia sobre la representación de escuelas en animes tan populares de la actualidad, como lo son Bakemonogatari (y sus secuelas y precuelas) y Mahou Shoujo Madoka Magica. Una estructura por momentos surrealista, con pasillos y escaleras que se mueven, con patrones extraños en las paredes, con cierta oscuridad y frialdad de fondo, con cuartos extensos y fríos y que cambian de tamaño según sea necesario para representar el estado anímico de los personajes. En YKA Ikuhara también aprovecha estos efectos, especialmente con la pared que divide el mundo de los osos del de los humanos (un símbolo importante y siempre presente a lo largo de la serie).

La presencia de una especie de coro (de alguna manera similar al de la tragedia griega) en SKU y MPD. En el primero, dos sombras (nunca se llega a ver más que sus sombras) comentan en cada capítulo de forma jocosa (pero no por ello sin un sentido subyacente) lo que está ocurriendo y los problemas internos de los personajes en ese momento. En MPD es más sutil, pero igual está presente a través de las imágenes de Double H (dos idols de música pop en el mundo de MPD) en las pantallas comerciales del metro (que, por su parte, también es un símbolo muy importante a lo largo de la serie, uno de cuyos focos principales es el destino –además considerando que el ataque de gas sarín en Tokyo fue en el metro subterráneo-). Estas siempre hacen alguna acción acompañada de un slogan que señala lo que está por ocurrir en el capítulo, ya sea factual o psicológicamente  hablando.

La forma en que trata lo femenino en todos sus animes (especialmente en SKU y YKA). Se trata de personajes independientes, pero siempre con conflictos internos importantes. Lo que hace Ikuhara no es solo una crítica a los tropos patriarcales presentes en el anime y en la sociedad en general, sino que es una absoluta celebración de lo femenino (pienso particularmente en la escena final de la película de SKU).

Por supuesto que la música es un detalle que Ikuhara no deja de lado. Hay que destacar el soundtrack de SKU, el cual se basa en operas de rock psicodélico. Cada vez que Utena pelea contra un rival, suena una canción distinta con una letra que hace referencia a aquello que está en juego en la pelea (de nuevo, sea algo factual o psicológico). En Mawaru Penguindrum la música de fondo es muy significativa también, y alcanza los niveles de profundidad que la trama necesita. Los endings (los cuales son diferentes en cada capítulo a partir del octavo), por su parte, son covers de canciones de un grupo japonés de rock de los 70s, 80s y 90s. Obviamente son geniales. Dejo las muestras respectivas (la primera es, además, la escena de “transformación” en SKU -Ikuhara es un fan de esta clase de escenas-.):

 

Finalmente, aprecio excesivamente el hecho de que los temas tratados en todas estas series -desde abuso sexual, trauma infantil de toda clase, identidades impuestas, el destino, la pérdida de la inocencia y muchísimos otros- no obligan al autor a presentar un anime oscuro, más serio de la cuenta, sobreintelectualizado o sobredramatizado. El humor nunca queda de lado en las obras de Ikuhara, lo cual permite que no se les perciba como pretenciosas.

Las obras originales de Ikuhara son muy pocas y muy poco conocidas. No obstante, no solo han influenciado tremendamente al medio como tal (no soy el único que encuentra en Kill la Kill un homenaje enorme a SKU), sino que tienen una potencia crítica y explicativa nada despreciable. Por todo esto no puedo dejar de recomendar toda su obra efusivamente. Espero que les agrade. Como nota adicional, si alguien planea ver MPD, recomiendo también este blog en el que se comenta cada episodio de forma cautivante.

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