Para Hellboy el choque entre destino y libertad se reduce a una pregunta, ¿Cómo evitar destruir el mundo si ni siquiera puedo evitar emborracharme?

En 1994, Mike Mignola (con ayuda de John Byrne) consolidó un concepto y déjenme decirles, ¡el concepto es endemoniadamente brillante! Mignola nos presenta a Hellboy, una paradoja sobre el conflicto entre el destino y la libertad de elegir. Por ascendencia Hellboy es Anung Un Rama, el demonio destinado a traer el final de los tiempos. Por elección, es un detective de lo sobrenatural que protege a la humanidad de monstruos.

Como he dicho antes, lo más importante para una buena historia es el conflicto y en el caso de Hellboy tenemos una premisa genial: quien está destinado a destruirnos (y tiene todas las herramientas para hacerlo) elige salvarnos aunque eso haga su vida infernalmente complicada.

Todo tuanis con el compa.

Todo tuanis con el compa.

El destino del diablo

Algo muy llamativo en Hellboy es como su destino es similar a una telaraña. Cientos de hilos coinciden con un objetivo: atrapar a la presa. Para explicarme mejor, Hellboy tiene todas las cartas en su contra.

Desde tiempos inmemoriales, su destino fue escrito en las estrellas y las raíces de los árboles. Es hijo de un demonio y una bruja descendiente de Morgana le Fay, quien causó la muerte del Rey Arturo. Para colmo, al nacer, su padre le injertó la Mano Roja del Destino con la cual podría despertar al Ogdru Jahad (algo así como el Gran Dragón del Apocalipsis) y dar vida al Gran Ejército del Infierno.

¿Y a lo largo de su vida? Casi todas las criaturas con las que Hellboy se topa saben quién es y qué está destinado a hacer… y no dejan de recordárselo. El cómic nos muestra varios puntos de tensión, todos tratando de empujar a Hellboy hacia esa acción horrible que está “destinado” a cometer. La verdadera maravilla es como el héroe elige rechazar las profecías y ofertas de distintos seres sobrenaturales en su lucha por ser algo más, por ser… humano.

Y “humano” es la palabra clave aquí. Muchas criaturas le reprochan a Hellboy que nunca será humano.  Sin embargo, eso no evita que el trate de llevar una vida como tal, con las buenas implicaciones (como por ejemplo, NO ser el instrumento de la destrucción) pero también con las malas implicaciones, como llevar una lucha sumamente torpe y problemática.

El retrato familiar que tendría una versión adulta y diabólica de Pinocho.

El retrato familiar que tendría una versión adulta y diabólica de Pinocho.

Con tal de no lidiar con su destino, Hellboy se toma toda clase de libertades. En los primeros volúmenes su negación es digna de sesiones con el psicólogo, a menudo solo repite “¡no!” o “¡cállate!” mientras le hablan del futuro que le espera. En La caja del mal admite, por un segundo, que su clave para no lidiar con las cosas es pensar en ellas lo menos posible y jamás mencionarlas. Y, claro, esto nos lleva a la botella…

(No) elegir la botella

Los mejores nudos en el viaje de Hellboy están relacionados con enfrentarse a sí mismo. En Lugares extraños, su sangre revive a un sacerdote de los Ogdru Jahad que lentamente se convierte en él.  Mejor dicho, lentamente se convierte en lo que Hellboy debería ser, en su potencial para el mal. Desde ese punto, no hay vuelta atrás. Nuestro héroe cae en un pesado alcoholismo que lo deja a la deriva y las cosas empiezan a ocurrirle de golpe sin que pueda hacer más que reaccionar muy torpemente.

La introducción que Glen David Gold escribe al último volumen, La tormenta y la furia, señala la importancia de beber por dos cosas: la cantidad de páginas que se usan en este cómic para considerar las consecuencias que beber ha tenido para Hellboy y lo importante que es cuando él elige dejar la botella. A mí me gustaría llevar las cosas un poco más lejos.

Típica "noche tranquila en La Cali".

Típica «noche tranquila en La Cali».

Es cierto que a Hellboy siempre le “pasan” cosas, pero la presencia de la ebriedad dramatiza su posición vulnerable. Beber le quita la posición activa en la lucha contra su destino y lo hace más un objeto o una víctima. También es cierto que dejar de beber es hasta cierto punto recuperar control de su vida, pero hay al menos tres cosas más:

  1. Libertad de elegir: Hellboy lleva desde el primer volumen luchando contra su destino, pero no es hasta que toma repetidas veces una mala decisión (canalizar sus problemas a través del trago) que empieza a caer en situaciones de gran impotencia y con eso, descender en espiral hacia el abismo.
  1. Compañeros de tragos: esqueletos por conocer y fantasmas conocidos. Recuerdo que una de las primeras imágenes que vi de este cómic (antes de comprarlo, incluso) fue un panel donde dice “¡No se meta conmigo señora! ¡He estado bebiendo con esqueletos!”. En todo caso, al darse al trago Hellboy cae en un mundo de memorias de amigos arrebatados por la muerte y camaradería que se deshace en el polvo.
  1. La botella en sí: Mignola implica que Hellboy ha tomado las malas decisiones que lo llevaron a través de los volúmenes 6, 8, 9 y 12 a causa de beber (después de todo le dedica al menos 4 páginas). Esto sugiere que botella puede funcionar como símbolo: un objeto pequeño y cotidiano cumple la función del destino, la fuerza dominante del cómic, pues guía a Hellboy justo dónde no quiere estar.

El diablo y la botella 

Y esto finalmente me lleva a un cuento de Robert Louis Stevenson que da nombre a este artículo. El cuento se trata de una botella con un diablo adentro que concede deseos pero el dueño debe venderla antes de morir o se condena al infierno.

La historia concluye con un marinero borracho y pendenciero que acepta la botella a manos del protagonista aún sabiendo que irá al infierno por hacerlo; solo dice “Calculo que voy a ir a parar allí de todas formas” y ¿qué sabemos de este marinero? Que bebe demás.

El marinero está condenado por otra botella anterior, la de ron. Irá al infierno porque bebe, la segunda botella cambia poco. La historia nos da un paralelo amargo de Hellboy. Cuando él se olvida en la botella se deja condenar, deja que su destino lo arrastre torpemente y lo azote. Cuando elige renunciar al trago toma control de nuevo y marcha a confrontar su destino a secas.

No en vano su primera escena se encuentra bebiendo café en un bar. De ahí nos lleva a un recuerdo de su infancia, cuando su padre adoptivo le recuerda que no es un monstruo y que algún día será un elegante caballero.

hellboyy04

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