Mientras escuchamos la música de Nujabes, conversemos un rato sobre Samurai Champloo y las cosas diferentes pueden convivir.

Las animaciones de Shinichiro Watanabe sobresalen, en gran parte, por las bandas sonoras que elige para ellas. Mucho se lo debe a Yoko Kanno, una de las mejores compositoras de música en la industria del anime. Pero aquí no voy a hablar de ella, ni de los animes para los que compuso, sino de Nujabes y Samurai Champloo.

Del anime haré una lectura de lo que me parece son sus fortalezas y temas principales. Por el otro lado, de Nujabes compartiré links de ciertas piezas que compuso para la serie, para que puedan ir escuchándolas mientras leen y sea él mismo quien hable.

La palabra “champurū” (チャンプル) significa “mezclar” o “revolver”. Incluso hay un plato japonés con ese nombre que consiste en una simple mezcla de diferentes ingredientes, muchos de culturas externas a Japón. Lo señalo porque, en mi opinión, esa palabra es el centro temático de Samurai Champloo, más allá de que esté en su título.

No me refiero a que hay ciertos personajes que se desarrollan en cierta historia, y que como setting casualmente se escoja alguno en particular, sin que este tenga que ver realmente con esos personajes y esa historia más que secundariamente. El setting no es una decisión meramente estética. Más bien me refiero a aquello que trata una obra como su temática principal, lo que quiere mostrar en su núcleo, y el setting ayuda a reforzar esa idea.

En Samurai Champloo, ese setting es en Japón del período Edo, pero en una versión alternativa donde también existe la cultura hip hop. Pero no solo la cultura en que los personajes se desarrollan parece tener trazos de hip hop, sino que la presentación misma del anime los tiene. En muchos cambios de escena, por ejemplo, suena un disco rayado. El opening Battlecry, compuesto por Nujabes, es hip hop.

La estructura misma del anime es reminiscente a la de un álbum LP con dos lados: hay 20 arcos (si se pegan los capítulos que son de un mismo arco), 10 por cada lado del álbum. Todo esto mientras de fondo continuamente se escucha el soundtrack compuesto por 4 artistas del hip hop, de los cuales Nujabes es quien sobresale por su mezcla de  jazz y hip hop. Algo así como su propia variedad de chillpop nostálgico.

Sin embargo, y aunque todo lo que acabo de decir son cuestiones estéticas, no es solo por la estética que existen en ese anime. También refuerzan el tema central, que en un anime episódico no es tan evidente como en muchos otros con una trama clara. Samurai Champloo trata de la convivencia. También trata de la diferencia.

La diferencia no se presente como algo importante a la hora de la convivencia. Los problemas personales de cada personaje casi no afectan lo que ocurre en la historia (a excepción de un par de capítulos para Jin y un par para Mugen, donde lo que buscan es más bien alejarse de su pasado). Es decir, se puede convivir a pesar de la diferencia; a pesar, incluso, de la diferencia moral.

Y este me parece uno de los puntos más importantes de Samurai Champloo. Sabemos que el pasado de Mugen consistía en robos y asesinatos. Sabemos, porque la serie nos lo recuerda en muchas ocasiones, que Mugen es aficionado a los burdeles. Es decir, tiene la personalidad del usual antagonista en esta clase de series. Pero esto, aun sabiéndolo tanto Fuu como JIn, no es ningún problema para que no convivan a gusto. Si decimos que Mugen es un personaje “bueno”, lo diríamos solo por la posición en la que está: es el principal y defiende a Fuu.

Igual ocurre con muchos de los personajes secundarios que aparecen en cada capítulo, quienes usualmente están en la línea entre moralidad e inmoralidad. Pero los personajes principales, al encontrarse también en esa línea (exceptuando tal vez a Fuu), nunca se encargan de moralizar. El espectador tampoco moraliza, se preocupa más por comprender la historia que se cuenta como un todo en vez de solo determinar “quién es el bueno y quién es el malo”.

La mezcla de Samurai Champloo no solo es una cultural, entonces, sino también moral. Más cercana a la vida real, donde las cosas no son solo blancas o negras. Así, el programa parece adoptar un estilo absurdista, donde las cosas que ocurren parecen carecer de un sentido ulterior que el espectador deba captar. Más bien es un anime que se contenta con mostrar directamente las cosas, sin intentar darles un sentido, sin moralizar. Eso es lo refrescante y lo que hace que Samurai Champloo termine siento, irónicamente, tan provocador de introspección (al menos en mi caso).

Lo que pasa entre los tres personajes principales es indicador de cómo esa convivencia entre casi opuestos es inevitable en la vida. En el tercer capítulo, Mugen y Jin, ya hartos de Fuu, deciden separarse, solo para que los eventos que ocurren durante todo el capítulo termine juntándolos de nuevo. Igual ocurre en el arco entre el capítulo 16 y 17, donde se vuelven a separar por una pelea, pero al final del arco terminan reencontrándose casualmente. Esta vez, no obstante, el reencuentro no se produce con molestia. Más bien ya los personajes parecen haber aceptado su “destino”.

Lo interesante de todo este proceso es que en el último capítulo (spoilers), después de haber superado juntos las pruebas más difíciles y después de aceptar que se agradan entre los tres, deciden separarse. El anime termina con cada personaje yendo por su propio camino.

Esto me recordó al juguete chino que era tan popular hace unos años (salió en un capítulo del Laboratorio de Dexter) que consistía en un cilindro de bambú en el que dos personas metían uno de sus dedos por uno de los extremos del cilindro. Las dos personas quedaban atrapadas y cuanto más intentaran sacar el dedo del cilindro, más se pegaban. La solución del acertijo era más bien contraintuitiva: había que juntar los dedos para que se despegaran del bambú.

Algo así ocurre en Samurai Champloo: los personajes se dan cuenta de que no se van a poder separar de las diferencias. Todos los caminos los van a llevar a vivir con personas que no siguen el mismo estilo de vida que ellos. Es hasta que uno lo acepta que es capaz de convivir con esas diferencias.

Al final es de esas diferencias que salen las armonías más inesperadas y nostálgicas. Si no que lo diga la música de Nujabes.

Esta no es de Nujabes, sino de Tsutchie, y canta Kazami

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