La idea que tiene la sociedad de que toda mujer debe ser madre debe intervenirse. El Estado y las personas que trabajan en él no pueden decidir por nosotras.  

Ilustraciones por Sueter Studio

Paridad satisfecha dice el encabezando en la hoja de la epicrisis. Ese papel verde, tipo seda, cierra el ciclo de operarse de la maternidad, lo comúnmente conocido como cortar los tubos. En el argot de Ginecología de la seguridad social, es la famosa Salpi.

Tuve a mi hija en el 2011, para el 2013 tenía la certeza que no quería tener más hijos, por “n” cantidad de razones que no enlisto porque esto se convierte en la crónica para la No maternidad. Operarse es lo más cercano a un 100% de seguridad contraceptiva y tenía todas las condiciones para solicitarla.

Todo empieza, cuando se expresa el deseo de operarse al Doc del Ebais. A partir de ahí, dominio del Google Calendar para anotar citas en años futuros.

En el Ebais me preguntaron si estaba segura y les dije que sí con firmeza. En ese momento es cuando Paridad Satisfecha se volvió la enfermedad. La Salpingectomía es la operación que sana la paridad.  En este punto es cuando entran “en conflicto” las mujeres No Paridas, desde su punto de vista, la operación es en función de eliminar la procreación pero no desde el punto de vista de la anticoncepción. Solamente por algún impedimento físico en la maternidad es que la Salpi se le aplica a una no parida.

El Ebais me refirió a mi hospital. En el Calderón me dieron una cita, casi un año después, para una charla obligatoria que todos los solicitantes reciben, incluyendo los hombres que solicitaron la vasectomía.  Al siguiente verano, llegué intrigadísima a la Biblioteca Nacional, el público era 75% femenino y de edades variadas, muchas embarazadas. En síntesis la charla es una clase de salud reproductiva y explican el proceso de la intervención quirúrgica. Me sorprendió saber que inclusive la Salpi no es 100% eficaz, existe la milagrosa probabilidad que una en cien mil mujeres quede embarazada otra vez. La vida es tan poderosa, que los “tubos” pueden volver a unirse o los óvulos volar al útero.

La doctora que facilitó la charla repartió una hoja que contenía el consentimiento informado sobre realizarse la operación y donde al firmar, liberé a la CCSS de cualquier mala praxis o alguna leyenda por el estilo (fuck! ¡debí fotocopiar ese papel!). Ella firma comprobantes de asistencia y entrega una referencia para ginecología, en donde se debe solicitar una cita, para que revisen que todo está bien con mi cuerpo para cortar algunos órganos.

No había citas, me dijeron que volviera 6 meses después. Volví en 10, cuando se despejó la pizarra de corcho y pude acordarme al ver ese papel verde pálido entre los dibujos cada vez más detallados de mi hija. Los guardas son los dioses de los hospitales, pregúnteles a ellos o nunca llegará a la ventanilla correcta y pasará de fila en fila, de sala en sala.

Unos 6 meses después asistía a mi cita. El Doctor me pasó en medio de un trío de estudiantes y no me revisó absolutamente nada. Ni la presión me tomó. ¿Está usted bien? interrogó. -Sí. ¿Está usted segura? -Sí. En un minuto tenía la referencia para, ahora sí, entrar a la lista de posibles operadas. La indicación era llamar cada 3 meses para preguntar si mi nombre engrosaba la lista de operación.

Un lunes de Julio, contestó una llamada: -Melina Valdelomar, ha sido elegida ¿acepta el reto?¡Acepto!La podemos operar este jueves o el otro  – ¡El otro!

Esa semana me realizaron en un mismo día y en cuestión de horas exámenes de todo tipo y hasta ultrasonido pélvico. Con un post-it naranja, pedí mi expediente médico a la jefatura.

En ayuno extremo, rasurada y con mi compañera de batallas: mi mamá, llegue a la clínica de Coronado. Sí, ahí operan y muy bien.

A Maritza la conocimos esperando turno en Coronado, estaba sola y no sabía si su acompañante iba a poder llegar porque venía de un turno de noche en la fábrica de tortillas. Ocupaba que alguien firmara y se hiciera cargo de ella. Hace una semana estuvo ahí, pero cuando estaba adentro, lista, le dio tanto miedo que se aceleró su corazón a niveles de taquicardia y la devolvieron. Sus ojos eran temerosos y cohibidos.  Mi mamá le ofreció firmar y conversó con ella para darle fuerza y seguridad. Cuando ya teníamos que despedirnos, sentí que abrazó más fuerte a mi madre que a su hermana.

Quien ha pasado por las salas de parto y maternidad de los hospitales estatales, ese lugar es un petit château. El preoperatorio era un cuarto diminuto con 11 mujeres y un hombre. No solo había Salpis, había hernias y una vejiga. Hicimos de esas filas sentadas, sólo que esta era desnuda, bajo un batón verde pesadísimo que es un colocho amarrarlo, y la llegada es una inserción de catéteres y sondas como recompensa.

Adentro, cálida entre la sororidad de todas, Maritza y yo cruzamos miradas y sonrisas. Estaba serena, concentrada.

Llega el turno. Entro, la luz es fuertísima y blanca, por procedimiento lo amarran a la camilla, solicité anestesia general y después de una inyección en el brazo que suelta un dolor tan infernal que queres arrancártelo con los dientes, grito y caigo. En un abrir y cerrar los ojos estoy en la sala de recuperación con cara de drogui.

Media zombie, con babas en la boca, vi cuando traían a Maritza aun sedada de la operación, estaba acostada en la camilla como si fuera una silla de playa.

En el baño antes de salir, yo encorvada como un gancho del dolor en el abdomen y mi madre ayudando a la bebé de 35 años a ponerse los calzones, vemos donde entra Maritza a vestirse, en una transformación impresionante, entró cantando, vivaracha, con la cara iluminada, llena de alegría y energía. Era libre. Ella había decidido.

Comprendí algo más de la Salpi, es una operación poderosa, libera a muchas mujeres de la -a veces impuesta- maternidad;  el poder de garantizar hasta aquí tengo hijos.

Semanas de chinearse hardcore vienen después. Con la cesárea ya había pasado por eso, pero esta vez es más rudo, sólo está la herida como protagonista, no la increíble nueva criatura del mundo. La sanación es paciencia y un equipo humano de soporte para el sana sana culito de rana.


Ilustraciones por Sueter Studio.

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