Llegamos a Ometepe después de una buena andada en bus desde Managua. Un ferry y otro bus después, dormimos la primera noche acampando en San José del Sur. Al día siguiente estábamos en Altagracia, listas para irnos en uno de los únicos dos buses diarios que salen hacia Tichaná, el pueblo más al sur del Maderas. Los pocos turistas que venían en el bus con nosotras se fueron bajando. A Tichaná solo llegamos nosotras dos, un muchacho, el chofer y los mochileros.

Tomah y Noe, quienes crearon el hermoso proyecto de Tehpochtli, nos habían advertido bien. En el bus nos dijeron cómo llegar: sólo teníamos que seguir 200 metros después de la última parada del bus. Estamos seguras que este fue el principio de direcciones en que los metros en la realidad eran mucho más largos de lo que nos decían.

Nos recibieron con una gran sonrisa. Me dieron un delicioso té con las hierbas del jardín para mí terrible dolor de útero y que no dejaba ni sentarme tranquila. Una vez que el dolor se apaciguó, nos dieron el tour y algunos datos.

La hermosa familia está compuesta por Tomah, francés quien llegó a Ometepe y se enamoró de la isla y Noe, quien llegando de Argentina le ocurrió algo similar y la Ina, quien había nacido hace cuatro meses en el puerto de San Jorge mirando hacia esta Isla donde su padre y madre decidieron quedarse.  Aparte de la familia humana se le suman la Pachita y su hija la Gordita, quienes son las perritas que nos acompañaron en todas nuestras aventuras.

Los recibimientos del resto de la comunidad vinieron con los días. Lxs niñxs venían solo a conocernos y pasar tiempo con nosotras. La gente del pueblo, por otro lado, nos recibía con sonrisas siempre que caminábamos por la calle principal.

El terreno está dividido en una casita para la familia anfitriona, una cocina con un hermoso horno de barro y más abajo, una casita abierta con una cama que iba a ser nuestro dormitorio. El lago estaba a unos 10 pasos. y cerca del centro había una plataforma perfecta para hacer yoga, meditar, escribir, ver el atardecer, o cualquier otra actividad que se les ocurra.

Había tenía un baño seco (genialmente hecho), una ducha, y el resto de espacio está lleno de árboles de todo tipo.  Había una huerta que cada día estaba más hermosa, mucho espacio para acampar, una poza de agua fría y el lago a la orilla. Las construcción, hecha con eco ladrillo, contó con el esfuerzo de voluntarios que dejaron su granito de arena.

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Nosotras encontramos el proyecto en CouchSurfing unas semanas antes e inmediatamente bombardeamos a Noe y Tomah con mensajes por CouchSurfing, por Facebook y por correo.  Llegamos a pensar que no nos recibirían por necias.

Lo leído en cualquier página se queda corto. Este proyecto busca crear un centro intercultural en y con la comunidad de Tichaná.  Lxs voluntarixs pueden ayudar en las construcciones que quedan, como ayudar a construir más casitas para otrxs que vengan a quedarse. También pueden colaborar llenando los ecoladrillos (son botellas de plástico rellenas de bolsas plástico que funcionan perfectamente para construcción).

Entre los proyectos disponibles se encuentra la realización de productos artesanales, como pan y mermeladas, que seguro tendrán la opción de probar. Se puede apoyar en la huerta orgánica con el compost, y muchas otras labores que ya les contarán según el momento que vayan.

La parte en que nosotras más ayudamos fue en una que es la de trabajo con la comunidad, como sucede en muchas zonas rurales. Este pueblo, a pesar de contar con preciosas cualidades y gente hermosa, ha sido olvidado por las autoridades locales y aún más por las nacionales. Nos cuentan que la escuela es poco confiable. Si hacen el colegio en el pueblo, sólo pueden ir los sábados, pues necesitan trabajar entre semana.

El pueblo con colegio más cercano queda a 45 minutos en bici y en época lluviosa es difícil llegar. La mayoría de personas se dedican a la siembra de maíz y arroz para la venta.  Solo una señora del pueblo hace tortillas con el maíz que siembra. Los jóvenes tienen pocas -o nulas- oportunidades culturales fuera de la escuela en la que en las clases de música consiste en aprender a bailar reggaetón.

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Tehpotchli busca que las personas voluntarias siembren también en los corazones de las personas del pueblo, aprovechando las ganas que se notan en niños, niñas y adultxs lugareños.  Por eso, los talleres o actividades recreativas que se deseen organizar son más que bienvenidas.

Nosotras decidimos mandarnos a hacer un taller de teatro por 3 días para quienes quisieran llegar, sin ninguna experiencia previa dando un taller de teatro.  Nos sentamos a pensar en lo que nos gustaría compartir para que, más allá de enseñar nada, pudiéramos crear en conjunto un sentimiento de lo que es el teatro como nosotras lo vemos.

Anotamos algunos juegos, hicimos un esquema en un cuaderno de lo que nos gustaría lograr, y dejamos el resto al azar.  Estábamos conscientes de que todo el trabajo depende de lo que quieran hacer quienes lleguen. Salimos un día por toda la comunidad a anunciar casa por casa del taller, hablando con la gente y tratando de entusiasmarles, también dejamos un rótulo visible invitando cerca de la parada de bus.

El primer día de taller llegó, salimos con un ayudante, un chico que trabaja ayudando en Tehpotchli, que de camino nos confiesa que no sabe qué es teatro. Llegamos a las 9:10 (habíamos citado de 9 a 11), llegando nuestro asistente nos dijo que los nicaragüenses llegan tarde, entonces no nos preocupamos tanto cuando vimos que no había nadie. Esperamos.

A las 9:30 una señora con una niña se pararon a unos 50 metros de donde estábamos. Me acerqué a preguntarles si venían al taller de teatro y tímidamente dijeron que sí. Empezamos con esas tres personas, quienes con mucha pena, pero con muchas risas, terminaron las 2 horas de taller. A las 11 llegaron otrxs adolescentes, pero sin saber que venían al taller (lo cual nos explicaron luego).  Terminamos a las 11:30 con tres personas y un sentimiento de felicidad inmensa.

Al día dos llegamos como a las 9:20 ya prevenidas y sin asistente. 9:40… Nadie. Mi esposa me pregunta: ¿Hasta qué hora esperamos? Yo aún con un poco de esperanza le digo que hasta las 10. 9:50… Llegan dos niñxs con sus padres. Genial, antes de empezar, lxs niñxs van a buscar a dos vecinas. Con cuatro bien apuntados y esta vez nada tímidxs, empezamos una segunda vez.  Sin embargo, esta vez se nos fueron sumando en el camino. Terminamos 8 llenos de energía y sin ganas de irnos jugando charadas y prometiendo volver al día siguiente.

La primer mamá que llegó nos explicó que las 9 no era buena hora porque aún estaban en el medio de las labores domésticas, pactamos el tercer día a las 2 p.m. y prometiendo regar la bola. Nos fuimos a la casa con mucha energía, cansadas y con ansias del tercer y último día.

El miércoles llegó y media hora después aún no habían talleristas.  Esta vez, rápidamente, el numero del día anterior creció.  Llegaron muchísimos nuevos: unxs querían repetir los juegos del día anterior y otros querían enseñarnos nuevos. Terminamos con 12 personas. Cerramos el taller con muchos abrazos, tristezas y promesas propias de vueltas prontas.

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Nos fuimos de Tichaná al día siguiente pero nos llevamos las conversaciones en las noches sobre la sociedad en la que vivimos y en la que deseamos vivir.  Nos llevamos la paz del lago, las comidas compartidas, las sonrisas, las preguntas de lxs niñxs y las respuestas que pudimos y no pudimos dar. Y la promesa de seguir sembrando semillas.

Si desean conocer más sobre Tehpotchli pueden visitar su página en Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100005223706884&sk=photos, pueden encontrar a Noe y Tomah (Spike) en Workaway y CouchSurfing en Ometepe.

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