La popularidad de los dance-off y el famoso reality show RuPaul’s Drag Race encuentran su origen en una época en la que Estados Unidos comienza a acoger la diversidad.

El pasado domingo 7 de mayo se realizó el primer ball en el país. El mismo fue organizado por Minor Sánchez y Dagner Segura, ambos asociados a los equipos de baile que exponen bailes como el vogue y el waack.  El tema del evento fue rainbow, por lo tanto cada categoría la representaba un color del arco iris. Dolores tomó su lugar en el trono central ubicado al final de la pasarela, y desde ahí juzgó las presentaciones de cada participante basándose en las rigurosas reglas de cada uno de los estilos.

La noche se tiñó de colores fosforescentes y, por primera vez, en ese pequeño espacio, voguers, waackers y drags dejaron fluir su energía creativa sabiendo que su audiencia aplaudía solo para ellas. Fue hasta entonces que comprendí dónde estaba, sabía que aquel sería recordado como un momento histórico para la comunidad LGBTIQ en Costa Rica.

 

¿De qué estoy hablando?

A inicios de los años 90, un ícono del pop dio a conocer en el mundo lo que hasta entonces se había mantenido como un ritual urbano del que poco se conocía fuera de los confines de Harlem, Nueva York. El tema vogue, consagrado como uno de los éxitos más emblemáticos de Madonna, se convirtió en un himno sobre la independencia y libertad del movimiento corporal. Sin embargo, la cantante no innovó en la utilización del término, pues se inspira en un estilo de baile propio de las tablas más underground de la escena local.

Tan solo un año después, el documental Paris is Burning llegó al Festival de Cine de Sundance, en el que fue galardonado con el Gran Premio del Jurado. Así, el foco iluminó aquel rincón neoyorquino cuyas noches acogían uno de los eventos más prestigiosos y sensacionales de la comunidad LGBTQ, su extravagancia destelló en el mundo, apenas por un momento.

Tan pronto como se dio a conocer, el vogue desapareció rápidamente de la escena, quedando rezagado por el ascenso de la cultura pop. Casi 30 años después, ese símbolo que dio cabida a un movimiento de contracultura y resistencia vuelve a la superficie, donde toma fuerza para posicionarse como uno de las expresiones más feroces de la escena urbana.

Un espectáculo de color, la historia del drag

Muchos años antes de las glamorosas reuniones que vieron nacer el vogue, tuvo lugar el Renacimiento de Harlem, también conocido como el Nuevo Movimiento Negro. Impulsado por los cambios políticos en Estados Unidos durante los años 20, se gesta una nueva concepción de las artes afro americanas.

El poeta Langston Hughes recuerda en su autobiografía los eventos celebrados en el club Hamilton Lodge. Estas fiestas, conocidas como “balls”, resultaron ser las más llamativas y excéntricas en toda la zona; a su vez representaron un indicio de lo que algunas décadas más tarde se consolidó como un punto de inflexión en la historia del drag.

El origen del término drag se apoya en diferentes teorías, entre ellas una que lo explica como acrónimo de la expresión dress as girls; otras viajan a inicios del siglo 18, cuando los travestis arrastraban (drag en inglés) sus enaguas por el suelo. Lo cierto es que, durante la función, la interacción trascendía cualquier esquema social que otro tipo de eventos civiles solían reproducir. Hughes rescata que, en una época de turbulencia política, las personas que asistían al Ball creaban su propio espacio libre de discriminación, donde blancos, negros, heterosexuales y queer confluían con el único fin de celebrar su identidad.

Una de las cualidades más poderosas de los shows es el performance, capaz de experimentar a sus anchas con el espectro del género, desafiando y redefiniendo los patrones identitarios. Esta virtud pone en perspectiva uno de los debates más remotos de la existencia humana, resquebraja reglas que se insertan a diario en la sociedad. Casi como una declaración de resistencia, el performance abre las puertas a nuevas posibilidades dentro de nuestros propios límites, pues como dice el artista chileno Alex Anwandter, “a veces simplemente ser puede ser el acto más rebelde de todos”.

Rasgos de identidad

Cada voguer forja un estilo, un carácter escénico. El vogue no solo se estableció como una expresión pura de arte, sino también obtuvo relevancia como manifiesto político. Durante su apogeo, muchos jóvenes talentos buscaron refugio en estos espacios tras enfrentar rechazos familiares a causa de su homosexualidad.

Willi Ninja. Paris is burning.

En el vogue, cada equipo organizado de performers que se presentan juntos se conoce como house. El documental “Paris is Burning” presente algunas de las más reconocidas en la escena durante la época, como House of LaBeija y House of Xtravaganza (de esta última emerge Jose Xtravaganza, uno de los colaboradores artísticos de Madonna). Más que una simple alineación de personas, las houses acogen a sus miembros como su familia, en un espacio donde la categorización binaria del género se difumina para darle paso a nuevas identidades, que se separan de las normas hegemónicas del sexo.

El concepto de realness (traer a la realidad) es esencial en los balls, determina la puesta en escena de los performers y se describe como la incorporación del tema asignado en su actitud, su movimiento y su estilo. Para ganar, quienes compiten deben apropiarse del tema de tal forma que le sean fieles, pero mantengan su individualidad.

Poco después de la cobertura mediática obtenida por la popularidad del documental de Jennie Livingston, el vogue regresó a sus raíces underground. Más adelante emergió el estilo New Way, como una promesa más acrobática que desafiaba la destreza corporal de los bailarines. La comunidad del ballroom se expandió paulatinamente por los Estados Unidos y eventualmente en Europa, donde se fortaleció como forma de arte.

Uno de los exponentes más famosos de estos términos en la cultura pop es RuPaul Charles, drag queen regular en los clubes neoyorquinos. Fue en esta ciudad donde tuvo su primer contacto con Michelle Visage, voguer y aprendiz de Willi Ninja. Juntos lanzarían un par de décadas más tarde el reality show RuPaul’s Drag Race, alcanzando una gran atención mediática que se mantiene en la actualidad. El programa tiene la premisa de coronar a la siguiente superestrella drag, a su vez comprende toda una enciclopedia de términos y actitudes documentadas en Paris is Burning.

 

Vogue vs Waacking

Así como se propagó por el mundo, en Costa Rica la práctica del vogue llegó de manera extraoficial, inmiscuyéndose dentro de los códigos conocidos en el baile urbano, como hip hop y breakdance. El bailarín Ce Sa R es pionero en la incorporación de los nuevos movimientos en sus rutinas. No obstante, en el país ya se venía desarrollando un estilo similar, el waacking.

Este último surge de la escena californiana durante la era disco en los años 70, haciendo énfasis en el ferviente movimiento de brazos en su coordinación con la música, además de una inspiración estética de grandes estrellas cinematográficas como James Dean y Marlene Dietrich. Ce Sa R, fundador de House of Royalty, ha participado como performer y juez en batallas de baile.

En el marco del Rainbow Ball, el país recibió por primera vez a una voguer internacional: Dolores de House of Ninja en Italia, quien está de gira impartiendo talleres (conocidos como workshops) por Latinoamérica. Su parada representa un reconocimiento significativo, posiciona a la comunidad tica dedicada a esta expresión de su cultura como embajadores de la misma.

¿Por qué es importante reconocer la cultura del ballroom dance?

El ball promueve dentro de sus límites la libertad y reivindicación del cuerpo como expresión del movimiento. Cada ball cree con fervor en la belleza del cuerpo humano, en su capacidad de proyectarse y trascender. La primera regla para desfilar es la seguridad, sentirse a gusto con la identidad propia.

Para abrazar por completo nuestra diversidad, es necesario reconocer sus distintas expresiones artísticas, sus razones de ser y su origen. Esta es una forma de hacer cultura, de apropiarse de viejos conceptos y renovarlos. Solo así podemos romper el paradigma.

La diversificación de lo que en un inicio consistió en una pasarela, constituye ahora uno de los ejes más concretos de exhibición para la comunidad LGBTIQ. El vogue resalta la creatividad y la pasión, las cualidades intrínsecas de un artista que se proyecta desde adentro.

 

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