Gustavo Arroyo pasó dos años peleando contra Florida Ice & Farm la marca de su cervecería, El Búho. Después de perder su marca el 22 de febrero de este año, Gustavo nos cuenta su historia.

Esta historia tiene dos comienzos, el de la cervecería El Búho y el de la disputa entre un productor artesanal y una compañía trasnacional. La historia es simple: una disputa de marca entre dos cervecerías. El protagonista: un Búho. El protagonista antagónico: un Águila.

La primera historia es conocida por cualquiera que tenga un amigo, prima, vecino o tía que haga cerveza, el parecido con la realidad es producto de la época en la que vivimos. Gustavo empezó a hacer birra casera después de un curso con Ticobirra. Más importante, en su opinión, empezó a instruirse tomando cerveza diferente, artesanal, extranjera. En el 2012 participó en el Chema Challenge (una competencia de cerveza casera) y ganó primer lugar con su Imperial Stout, una cerveza oscura, sumamente compleja.

“A la gente le gustó, recibí feedback buenísimo y ahí la seguí haciendo,” nos cuenta Gustavo.  En ese momento los cerveceros serios eran pocos: Treinta y Cinco, Costa Rica Craft y Calle Cimarrona. “En realidad esa fue la llamita que me verificó que podía hacer cerveza y luego vino el apoyo de bares. Después de ahí, empecé a armar el equipo, empecé a buscar un lugar, acondicionarlo, amaestrar el equipo.”

La industria cervecera le abrió espacio a Gustavo y su cerveza se empezó a mover en bares. En noviembre del 2013 Gustavo decidió poner su cervecería y para marzo del 2014, su marca El Búho estaba aceptada en el registro pero todavía no había sido publicada en La Gaceta.  

Al decidir su marca Gustavo, como muchos de los cerveceros artesanales, se inspiró en algo de su historia personal. Los búhos habian sido la afición de su papá, “siempre fue amante de los búhos, tiene montones de adornos en la casa, muchísimos. El nombre lo usé en honor a él.”

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Todo parecía caminar bien pero el 29 de marzo Gustavo recibió una carta que lo sacó de su mundo de amor y creación cervecera. “Recibimos notificación de Acto de suspensión en oficio donde se nos notificó que Florida Bebidas estaba solicitando la marca para ellos. Nuestro proceso fue detenido y rechazado, dándole prioridad a Fifco.”

En ese momento, venía en rumor dentro de la comunidad cervecera de que Florida Ice & Farm iba a entrar en el mercado de cerveza artesanal. La notificación de Gustavo fue la confirmación de que esto iba a suceder y en el 2014 entró la Micro Brewing Co. y Domingo 7 con flota propia a todo el país.   

En este momento la cervecería El Búho empezó a tener un panorama más complejo que el de la segunda onda de cervecerías artesanales que se veía venir. Gustavo, que había renunciado su trabajo y estaba desarrollando El Búho con fondos propios,  ahora tenía una pelea legal encima. “Fueron casi dos años de puro pleito con el registro. Nosotros presentábamos una oposición y ellos respondían muy tranquilos, nunca agresivos. Siempre iban respondiendo a lo que yo hacía.”

Fifco, tenía muchas marcas registradas para su nuevo proyecto, además de El Búho, creadas por un equipo especializado en marketing. Sí, dejar de usar la marca les iba a costar pero ese costo no es significativo para una empresa de ese tamaño. El costo inicial de perder la marca era muy bajo para la cervecería, pero ellos siguieron la disputa. Para Gustavo la disputa iba a representar un alto costo financiero y de tiempo que iba más allá del valor sentimental de su marca y todo lo invertido en banners, tap handles y materiales de promoción.  .

“Al principio, cuando empezó todo esto, a mí me llamó el que era el gerente de Domingo 7, Carlos Cañas, y esa llamada para mí fue un insulto. El tipo me llama y hablamos como una hora. Básicamente me dice que ellos se dieron cuenta que yo había sacado la marca pero que pensaron que era una proyecto de un día (porque tuvimos un lanzamiento en Stiefel) y que por eso siguieron adelante. Me dijo que ellos tenían el plan desde hacía años y al final lo que hizo fue invitarme a la playa para que yo me olvidara del problema. Para mí fue un insulto. (Creían) que estaban lidiando con un carajillo tapis que quería solo pegarse la fiesta.”

Para los cerveceros artesanales la cerveza no solo es sinónimo de fiesta, de verano, de música y de baile. La cerveza es un arte milenario, con posibilidades de elaboración que a veces hasta parecen magia.

Una buena cerveza no ocupa estar maridada de una excesiva campaña de marketing para agradar a su consumidor. En efecto, lo que quieren crear los cerveceros artesanales es un ambiente de apreciación, de educación y de innovación cervecera. Esto se crea con apoyo mutuo dentro de la industria, pero a veces las compañías más grandes  pueden tener un punto de vista diferente sobre lo que importa dentro de la industria.

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Gustavo duró dos años peleando su marca. “Al principio hubo apoyo de los cerveceros. Varios dueños de bares se rehusaron a vender el producto de Domingo 7 y les preguntaban directamente sobre el pleito de la marca con el Búho. Cervecerías como Treinta y Cinco y Calle Cimarrona han estado siempre pendientes, siempre apoyando.”

Hubiera sido muy romántico que la cervecería cediera su marca en un inicio, en buena fe y en apoyo al productor pymes. Pero ellos debían de velar por sus intereses, ¿qué más esperar de una compañía de su tamaño? Mientras más grande una empresa, más automatizados sus procesos.

Lo importante del caso no es criticar a la cerveza industrial, es más bien mirar hacia adentro y ver que efectivamente los cerveceros artesanales se pueden unir por una causa en común. Y aun faltan muchas metas en conjunto por lograr. “Desde ese punto de vista tal vez [fue] como demostrarle al movimiento de que no se trata nada mas de hacer birra rica sino que tiene que ser un movimiento sólido y que la gente esté unida. Sirvió para marcar ese precedente, para detener el tren.”

Después de dos años los recursos invertidos eran muy altos y Tavo quería volver a enfocarse en lo que de verdad ama: la elaboración de cerveza. “Yo tenía la opción de elevarlo pero tenía que contratar a un abogado litigante y eso es demasiado caro, demasiado tiempo, más años.”

Gustavo perdió su marca en febrero. “En seguida recibimos llamadas y correos de los abogados de Fifco exigiendo la suspensión de uso de El Búho, inclusive alertando de posibles consecuencias si no se acataba inmediatamente”.  

Gustavo perdió su marca pero ganó reconocimiento, viralidad y clientes. Fifco ganó su marca pero también reveló mucho sobre su funcionamiento interno. Y los cerveceros artesanales ganaron también porque le dieron una ventana a que el público viera lo que distingue a una cervecería industrial de una cervecería artesanal. ¿Cuál es la diferencia entre El Búho, la cerveza de Tavo en honor a su papá, y el Búho, la cerveza de la Micro? Esa pregunta queda a discreción del consumidor.

Y a la Micro le digo, disfruten su marca que yo no lo haré.

 

Después de la carta

 


Gustavo cambió su marca de El Búho a Bora Brewing. La carta que Gustavo publicó en redes sociales informando sobre la disputa, su conclusión y el cambio de marca se hizo viral a principios de este año. A Gustavo lo contactó la Directora de Relaciones Comerciales de Fifco, “que estaban muy apenados, que ellos no sabían que había sido un impacto tan grande y no querían que la gente viera que estaban haciendo algo malo contra el movimiento de cerveza artesanal. Querían arreglar la situación y me dijeron que tenían una propuesta”, nos cuenta Gustavo.  La propuesta indicaba que ellos le iban a vender la licencia de uso de marca a Gustavo por un precio simbólico. “Al final ya cuando me puse a analizar el tema, había muchas trabas, como por ejemplo, yo no podía usar el nombre internacionalmente.” Además la licencia era por un año. “O sea, era casarme con Cervecería de Costa Rica. Entonces rechacé la oferta.”

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