Entendernos a través de nuestro cine significa saber las inquietantes, experiencias y personajes que habitaron nuestra casa antes que nosotros.

El artículo ha sido modificado el 30 de octubre a las 2:27 PM, tanto en los recuardros y el contenido, específicamente en las Partes II y IV.

Existen excelentes registros detallando nuestra historia cinematográfica, pero este no pretende ser uno de esos textos. El cine, ante todo, es el romance del ojo con la pantalla. Detrás de eso están quienes lo produjeron y, más atrás, la sociedad que lo vio nacer.

Hacen falta 24 fotos, con muy sutiles cambios entre ellos, para lograr un segundo de movimiento. A esto llamamos vídeo. El cine tiene la particularidad de registrarnos en tiempo y espacio. Cada cuadro es un movimiento que delata lo que somos y la historia que nos precede. En un país en donde la historia se nos olvida con el próximo suceso, hace falta revisar los 24 cuadros de memoria cinematográfica que nos queda para reconocernos como fruto de un pasado que no recordamos.

El cine es, al fin de cuentas, la historia de todes. No vamos a detallar nuestra historia película por película, vamos a trazar los hilos que la conforman. Vamos a revivir pedacitos de aquellos sentimientos que se alzaron en distintas épocas: la vanguardia en la cultura, la juventud inquieta que alguna vez tomó una cámara y nos retrató para la historia; aquellos que continúan exponiéndonos frente a la gran pantalla.

Giannina Faci. Foto por Víctor Vega Marín.

Giannina Facio. Foto por Víctor Vega Marín.

Parte I: La generación del Olimpo y los años idílicos

El cine en Costa Rica nació pequeñito y en secreto. Antes de los años setenta, el cine llegó como producto de caprichos individuales, de forma esporádica y de la mano de la literatura.

Las tendencias literarias se dividían entre la idealización de la cultura europea, en el cual se reflejaba el deseo de un futuro artístico eurocentrista, y el deseo por documentar la realidad interna con un interés por la vida del campesinado costarricense.

El embellecimiento de la vida del campo empieza desde lo más básico de su cotidiano: el orden natural de las cosas y el amor por la tierra propia dadora de vida. Sin embargo, también se refleja el orden de clases y se invisibiliza a poblaciones como los afrodescendientes y la mujer.   

El retorno (1934), es la primera película de ficción del país y es muy interesante la visión que aporta en temas de identificación y nacionalismo costarricense: el campo es un espacio fundamental y necesario. Ideal que se mantendrá en nuestro imaginario hasta la fecha. La película nació del interés de la Familia Jinesta Urbini, también dueños del cine Variedades; sin embargo lo más interesante de todo es como ya terminada, la película nunca se distribuyó más allá de un fugaz estreno.

El Retorno. (1934).
 

25 años después las siguientes dos películas Elvira (1955), de Alfonso Patiño Gómez y Milagro de amor (1955), de José Gamboa, continúan reflejando los ideales del “vergel bello de aromas y flores” que se considera la esencia más pura de identidad nacional y su pueblo lleno de tradiciones, imagen también presente en discursos patrios que marcaron la música y la  literatura.  

En el El retorno, tanto su guionista como su director, lideran la historia de forma en que esta se opone a la ciudad, la cual adquiere el papel del camino hacia los vicios del progreso. En Elvira, a diferencia de su predecesora, deja muy claro que la ciudad es el lugar de la cultura y la educación progresista, pero no por esto se deja de lado el campo, siempre adorado e ideal. Por último, Milagro de amor, retrocede mostrarnos de nuevo las ventajas del mundo campesino.

Pronto, a finales del Siglo XIX temas como los centros culturales y el movimiento urbano toman un papel protagónico y novedoso; que cambia completamente el panorama, el cine empieza a problematizar paradigmas que apenas años antes eran el pan de cada día: la clase oligarca del país y su poder social y económico.

Eulalia. (1987).

Parte II

La primera imagen se ve algo así: Carmen Naranjo quien acababa de asumir el puesto como Ministra de Cultura pensando en maneras de como hacer cine en Costa Rica. Lo que sigue son una juventud, con ganas de comerse al mundo, llegando a una convocatoria en donde se les dice que van a ser cineastas. Sí, así, Costa Rica va a hacer cine.

Se crea lo que hoy conocemos como el Centro de Cine que, con el apoyo de cineastas canadienses y la UNESCO, agarra cámaras y a sus pupilos ticos y se los lleva a grabar documentales por todo el país. Aparte de la inciativa de Carmen Naranjo cabe destacar la visión transformadora de Kitico Moreno, quien gestiona e impulsa el proyecto como directora de la institución. Durante sus tres años a cargo se gestaron 33 documentales en 16 mm bajo su producción ejecutiva. Así comienza la historia de la época más romántica del cine en Costa Rica. Pero como toda corta historia de amor, termina en unos cuantos hígados lastimados del alcohol que ahogó las penas y la desilusión.

El 73’ puede verse como una época dorada en donde la cultura y la educación plantean ser los engranajes claves de una sociedad costarricense que persigue el sueño de la socialdemocracia europea. Durante el gobierno de Oduber se abre el paraíso utópico de todo productor: una plataforma para hacer cine libre y crítico.

El cine comenzó a conceptualizarse como una herramienta de identidad y transformación con la que todos los costarricenses se sentaban los domingos. Después de la cena y reunidos en la sala, las familia veían las historias de nuestros barrios en un acento igual al de ellos. Nuestra vida expuesta en la pantalla, nuestro país en el tele para que todos lo pudieran ver.

Ejercicios de arme y desarme. Frente Sur. Guerra contra la dictadura de Somoza. 1978. Foto por Víctor Vega Marín.

Ejercicios de arme y desarme. Frente Sur. Guerra contra la dictadura de Somoza. 1978. Foto por Víctor Vega Marín.

El resultado fue una serie de documentales creados por librepensadores y librepensadoras, quienes hablaban de la Costa Rica que tenían al frente y no aquella de campesinos nobles y bosques vírgenes. La captura de unas lentes impacientes, disruptivas y críticas comenzaron a discutir el moralismo de una sociedad religiosa y conservadora.

El gobierno creó un ente tan revolucionario que se antepuso a el mismo.  Fue una visión de cultura tan penetrante que comenzó a vertir por las grietas de un estado que resintió la crítica. ¿Si hoy vivimos en el conservadurismo, cómo es que hace ya 30 años se logró hacer un cine así de vanguardista?

Los cuarenta. (1975).

Desnutrición (1974), de Carlos Freer, Agonía en la montaña (1974), de Ingo Niehaus, La mayoría silenciosa (1974), de Antonio Yglesias y A propósito de la mujer (1975), de Kitico Moreno, La cultura del guaro (1975), de Carlos Freer, Los presos (1975) de Víctor Ramírez, Las cuarenta (1975) (película que genera un impasse en el cine, las prostitutas desde una posición de dignidad y un estilo de cine experimental, cercano y poco moralista), de Víctor Vega y “Dos Veces Mujer” (1982) de la directora Patricia Howell, documentalista quien se formó en Londres y vuelve al país a realizar documentales entre otros.

Cuentan los rumores que existía un documental de la bananeras. Este era otro choque más con el gobierno y el encuentro de la socialdemocracia con el neoliberalismo y su tendencia de reducir al estado ante un mercado voraz. En definitiva, ya que al gringo no se le tocaba el banano, el Centro de Cine comienza a perder su libertad.

El romance se va desgranando como un matrimonio joven que crece y se da cuenta que ya ninguna de las partes quiere lo mismo. Uno a uno, los cineastas van saliendo por la puerta de atrás, con una carrera aprendida y el ímpetu magullado como fruta del trópico tras una temporada de lluvias fuertes. Carlos Freer se va; Víctor Vega y Víctor Ramírez también, y a ellos les sigue Antonio Yglesias. Kitico Moreno, a como lo mencionamos anteriormente, deja el Centro para convertirse en Viceministra de Cultura. Carmen Naranjo renuncia a su puesto como Ministra, ya que una cultura sin libertad no valía la pena. La efervescencia se apaga. Fade out.

Los presos. (1975).

Parte III: “Los años perdidos”, la escuela de la publicidad y la pequeña migración

Acto seguido; se abre Costa Rica al mundo durante los años ochentas y noventas; vienen las olas del turismo, tratados de paz y Oscar Arias. Aquellos chiquillos quienes comenzaron en el Centro de Cine, se convierten en hombres y mujeres de negocios. Pasando del cine fundado por el estado a una publicidad pagada por un mercado próspero, dispuesto a dar lo que fuera necesario para generar con su marca la reacción más llamativa del público: el glam del cine en la publicidad a su máxima expresión.

Los conocimientos adquiridos para la transformación de la sociedad se usan ahora para cultivar un mercado publicitario que sirve para financiar los proyectos creativos que continúen con esa labor.

Se genera el formato de trabajo que heredamos hasta el día de hoy. Bajo la tutela de figuras como la de Víctor Vega y Antonio Yglesias y las empresas de producción de publicidad, se produce una escuela de experimentación de alta calidad. Una producción audiovisual profesional en todos los sentidos. De acá se montan los productores y productoras para aprender formatos de cine. Es la Costa Rica como centro para producir en Latinoamérica. Una época para trabajar, una escuela práctica con fondos y medios para el desarrollo de ideas, claro está, con un sentido comercial y un objetivo de venta.

Comienza, a finales de los ochentas, una nueva generación de transición de cineastas y profesionales en producción audiovisual que vuelven a soñar con una producción cultural cuando ser cineasta ya no estaba en el imaginario colectivo.  La intención de esta nueva generación era retomar quienes somos y cómo nos representamos en la pantalla.

Del amor y otros demonios. (2010).
Ellos y ellas deben salir de nuestro país para soñar: hay que ir a Rusia, hay que ir a Cuba, hay que ir a Estados Unidos para contar la historia de Costa Rica. Los demás tienen ver cómo lograrlo desde aquí; aprender con las uñas.

Unos años afuera y volver para montar el cine a como se pueda. Con muchas ganas de exponer regresan Hilda Hidalgo, Alexandra Perez, Rafael Chinchilla, Felipe Cordero, Gabriela Hernández, Gustavo Fallas y Jürgen Ureña, entre otros. Juntos quieren hacer algo, crear espacios, mostrar a su país lo que el cine puede hacer, el poder de contarnos a nosotros mismos. Nace a punta de ganas la muestra nacional de cine que hoy conocemos como el Festival Internacional de Cine, una ventana a nuestro público. Esta es una generación próspera que viene con un un cine que venimos casi de ver en pantalla:

El camino, (2009) Ishtar Yasin, Agua Fría de Mar (2010) de Paz Fábrega, El último comandante (2010) Isabel Martínez y Vicente Ferraz, Puerto Padre (2013) de Gustavo Fallas, Por la plumas (2013) de Ernesto Villalobos, Muñecas rusas (2014) de Jürgen Ureña, Rosado furia (2014) de Nicolás Pacheco, Princesas Rojas (2013) de Laura Astorga, Presos (2015) de Esteban Ramírez, Dos aguas (2015) de Patricia Velásquez, Entonces nosotros (2016) de Hernán Jiménez y El calor después de la lluvia (2016) de Cristóbal Serrá, entre otras.

Las narrativas siguen contando retazos de quienes somos. A golpes y tropezones se hacen las películas, financiadas por la publicidad, fondos propios y hasta alguna venta de almas y riñones tuvo que haber. Más allá de una obra, un cineasta y una época el cine sigue transgrediendo, mostrando lo bonito y feo de quienes somos. Qué mejor relacionista público que un cine que viaje por el mundo mostrando en espacio y tiempo a Costa Rica. Qué mejor manera de aprender a vernos, de conocernos.

Agua fría de mar. (2010).

Parte IV: ¿Y ahora quienes somos?

Todo esto concluye en mucho y en nada. «Para qué tractores sin violines» dijo Pepe Figueres en algún momento. Es el 2016 y confluyen ya más de tres generaciones creadoras de cine. Esto le importa mucho a algunos y poco a otros. Pero así va a ser en un país en donde el ideal de cultura falló y esta quedó rezagada para unos pocos que intentan, agarrándose del pelo, ver cómo hacerla más plural.

Por ahí cerquita venimos otros queriendo y soñando con hacer cine y que sea visto. Si algo queda con revisar nuestro pasado es el hecho de saber que hasta en el tiempo más idílico fue difícil. Por eso, asumir que lo que nos queda por delante es más fácil es tan iluso como todos los que pretendemos esta carrera.

Password. Una mirada en la oscuridad. (2002).

Falta mucho camino por avanzar, el cine da pasos para convertirse en un medio más inclusivo, en donde a parte de fondos debemos pensar también en espacios que reflejen mejor la pluralidad de nuestro país. Aquí la dicotomía que debemos afrontar como generadores de contenido.

Aún con los nuevos formatos digitales, producir cine resulta una tarea engrandecida que requiere de dinero, entrega y un equipo de personas dedicados a la tarea. Sin embargo, sí hay una ruptura grande en el formato de grabación que permite que las fronteras se expanden. Ya los productos artísticos no van exclusivamente para el tele o el cine.

Pensamos ahora en formatos de serie web, videoclip o episódicos. Estos publican a través de revistas digitales, plataformas web o inclusive desde nuestros canales de Youtube. Estos nuevos paradigmas exigen también de una apertura entre cineastas. Es importante aceptar estos cambios, que entre generaciones se pueda aprender y enseñar. Al fin de cuentas los productos tienen un destino más grande que solo el de sus realizadores.

Por las plumas. 2013.

¿Porqué causan estas 24 fotos por segundo tanto arraigo; tanta pasión, espaldas magulladas y horas sin sueño? Eso queda abierto a la decisión del público, palomitas en mano y demás. Puede ser tal vez que se abre a algo más grande que nosotros mismos, más grande que solo nuestro pedacito montañoso de tierra. Puede ser que colectivamente sea la manera de perdurar como una época.  Los fantasmas que nos hablan desde el más allá tienden a parecerse mucho a nosotros mismos.


Referencias

María Lourdes Cortés, El espejo imposible. Un siglo de cine en Costa Rica, San José, Farben, Grupo Editorial Norma, 2002. 
Entrevista personal a Julia Ardón, Gustavo Fallas, Sofía González y Gustavo Brenes.

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