Escribir es el primer paso para sacar un libro al público, el siguiente  requiere de algunas consideraciones. Investigamos sobre la publicación, la autopublicación y las mil diferencias entre ellas.

“If it doesn’t come bursting out of you

In spite of everything,

Don’t do it.”

Ch. Bukowski

Desde las primeras memorias en mi archivo histórico, sé leer, y a partir de ahí, escribir. Me inventaba cuentos para ganarle a mi mamá en las noches antes de que apareciera con el librote ilustrado de los hermanos Grimm. Incluso experimentar con la música de pequeño le daba un nuevo tono a mis historias. De pronto quería crecer para ser algo diferente todos los días; por medio de las letras calzaban las piezas sueltas.

Me encontraba frente a la posibilidad abrumadora de darle rienda a las palabras y construir un mundo literario de mi propiedad. Pero me surgía una duda que daría vueltas en mi cabeza por un tiempo. ¿Qué posibilidades tenía entonces de subsistir escribiendo? ¿Y si mi trabajo no era bueno? ¿Cómo podría publicar mis libros si nadie los leería?

Escribir nace de una inquietud, el deseo de plasmar en palabras un sentimiento, una idea, o un nudo aglutinado de ambas. Aún cuando las frases no aúnan ningún sentido o las historias carecen de coherencia, ahí está, el fruto de la expresión. Algunos optan por publicar con el fin de compartir esta manifestación de sus ideas con otros.  Quizá un ávido lector que se pueda identificar con el texto o que comparta sus intereses.

La pesquisa resultó en dos posibles caminos, uno más libre que el otro. Podría acudir a una editorial y negociar las condiciones, o podría auto-publicarme. Metódicamente, la auto-publicación es un proceso muy puntual: el escritor reproduce su material con la ayuda de una imprenta y una vez recibe las copias estas están listas para ser distribuidas. Pero es aquí donde se complica.

El mundo del fanzine

La historia de las autopublicación en Costa Rica se podría remontar casi dos siglos a nuestra independencia de España, un momento crucial en el asentamiento de los arcos políticos donde se conformó la sociedad costarricense. Antes que circularan los primeros periódicos, se repartían papeles manuscritos (llamados bandos) en diferentes puntos de reunión pública como iglesias y escuelas. Esencialmente esa es la dinámica que siguen los fanzines.

El término se le atribuye a un científico estadounidense allá por 1940, pero como mencioné, este medio circula entre nosotros desde hace mucho más tiempo.

La imprenta dio paso a un nuevo modelo de bandos: los volantes. Esta vez de temática diversa y con un índice de difusión aún mayor. En plena concepción de una república independiente, la información en los papeles distribuidos abarcaba en su mayoría comunicados de carácter político, los cuales proporcionaban los principales poderes gubernamentales.

Poco después circularon números dedicados a la promoción de la salud o a disposiciones generales de interés colectivo. Sin embargo, la popularidad de estos impresos por encima de los periódicos se debía a que su estructura era sencilla y su alcance significativo. Este principio es el motor que mantiene vigente la edición de los fanzines.

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¿Qué se encuentra en los fanzines?

Hoy existen fanzines que responden a las necesidades e inquietudes de agrupaciones, colectivos o de cualquier persona interesada en dar a conocer sus ideas. Algunos van desde líneas poéticas arremolinadas a folletos informativos sobre posturas políticas y movimientos sociales. Es común verlos acompañados de ilustraciones particulares o incluso versiones dedicadas exclusivamente al trabajo de diversos artistas visuales.

Aunque su existencia prevalece, son proyectos efímeros. Según evoca Andrea, hay una gran lista de fanzines que han circulado desde que el proyecto de Duluoz inició en el 2011. Entre sus títulos destacan Cornucopia Zine, del diseñador Oscar Ruiz Schmidt, uVe, del colectivo homónimo liderado por Elena Gurdián, seniorita polyester, Balastro, entre muchos otros nombres que intermitentemente han ido emergiendo.

Salir corriendo a la imprenta

Los fanzines rescatan la facilidad con la que se puede sintetizar y distribuir contenido.  Resalta una eficacia superior en muchos casos a la de los libros o revistas convencionales. Sin embargo, el problema de autopublicar un libro es venderlo. Algunos escritores pasan mucho tiempo con las copias de su libro debajo de la cama. Aclaro, esto no significa que optar por acudir a una editorial asegura el éxito comercial de la obra. Esto depende de muchos factores, tanto por una ruta como por la otra.

Las editoriales se encargan del trabajo pesado, como la revisión de estilo, el diseño y la distribución. No obstante, no siempre están anuentes a trabajar con los autores que acuden buscando apoyo, ni tampoco acuerdan términos muy atractivos.

A Dorelia Barahona Riera, novelista costarricense, le ha tocado estar de ambos lados, como editora y como autora. Recuerda que don Beto Cañas, de Editorial Costa Rica, no quiso publicar uno de sus libros debido a una “mala investigación”, pese a que se trataba de una obra de ficción. Las casas editoriales pueden ser totalmente subjetivas cuando se trata de identificar qué material puede o no entrar.

Fungen como una especie de filtro, bajo parámetros propios de lo que corresponde a material cultural. Una desventaja de la autopublicación, en contraste con las editoriales es que no existe una guía durante el proceso y ningún conocimiento experto en aspectos técnicos propios de estas organizaciones. Las reediciones son más frecuentes si luego el autor decide hacer cambios necesarios que no vislumbró con anterioridad.

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Autopublicar, por otro lado, ofrece independencia y libertad de contenido, sin los inconvenientes engorrosos de la burocracia.   

Manuel Yglesias es uno que optó publicar por su cuenta. La novela, “Espiral afuera” narra las aventuras del joven Arturo Gallo en la mágica Zona Sur de Costa Rica. Desde un principio, la idea de acudir a una imprenta y amasar sus primeras copias era clara. Es entonces que Manuel se topó con la limitante usual, ¿y ahora cómo posicionaría su libro en las librerías?    

Como señala Manuel, la promoción de un libro no se limita a un bonito evento de presentación, al menos ahora se debe contar con una buena campaña de mercadeo detrás para que las portadas trasciendan y puedan figurar en estantes de librerías, redes sociales y otros. Además, el autor que autopublica es el único responsable de su propiedad intelectual, al no haber intermediarios involucrados.

Tras un largo camino de tocar puertas y hacer su propaganda en plataformas como Facebook, Manuel logró recuperar su inversión inicial. Su libro se puede adquirir en el café-restaurante Kale Bistro, donde es usual encontrar al autor tomando a sorbos su café mientras escribe sin cesar. Formado en Derecho, Manuel es apasionado de las letras, y disfruta compartirlas. A veces aparece en la Feria Verde acompañado de su máquina de escribir y regala poemas instantáneos a aquellos curiosos que se acerquen.

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Paralelo a esto se han abierto paso las editoriales independientes. En el país hay casas con más trayectoria que otras. Por ejemplo Perro Azul, quienes iniciaron en el año 2000, llevan casi 20 años desde que presentaron su colección de poesía y han publicado desde entonces a más de cien autores y autoras en distintos géneros literarios. Clubdelibros se suma un año después como una revista literaria digital y a la fecha se ha encargado de impulsar el trabajo de autores nacionales.   

Destacan otros nombres más jóvenes como Germinal de Juan Hernández, con 6 años de estar en el mercado, o Feliz Feliz, dirigida por Juanjo Muñoz Knudsen.  

Se sostienen gracias a la cantidad de clientes que opten publicar por estos medios. En los últimos años, estos proyectos emprendedores han logrado un gran auge y es común ver las propuestas en la Casa del Cuño, durante la Feria del Libro. Como ventana para estas editoriales, surgen librerías alternativas, como Libros Duluoz, el espacio vecino de Café Rojo, en Amón. Sus propietarios, Gustavo Chaves y Andrea Mickus querían ofrecer un catálogo diferente, fresco y variado. Puede haber un total de dos mil números agrupados en este pequeño y acogedor rincón josefino, cantidad que sigue creciendo y transformándose.      

Autopublicar en la era digital

Algunas herramientas que poseemos en la era digital abarcan métodos de publicación sumamente accesibles para alguien con una computadora y conexión a internet. Sitios como Google y Amazon cuentan con su espacio para que los autores generen ingresos con tan solo facilitar el texto, una portada y una breve sinopsis. Más de uno puede adquirir un dominio, diseñar un blog, hacer uso de hashtags y enlaces para dominar su contenido y ubicarlo en el vasto pero condescendiente universo web.

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Autopublicar pinta como una alternativa atractiva en el auge de la tecnología y la comunicación. Conlleva un factor que las grandes editoriales omiten porque no les interesa como valor comercial, esto es su importancia emocional. Escribir no es un negocio, es una facultad. La oportunidad de tener libre control sobre el proceso es más que abrumadora, satisfactoria. El producto final siempre es válido.

La conjetura nos revela que en pleno 2016 las industrias culturales no son acaparadas únicamente por los que poseen mayores recursos. El paradigma ha cambiado drásticamente y constantemente seguirá reformándose. Los autores que desean ver su libro publicado en una vitrina física o virtual tienen más oportunidades de lograrlo.

No obstante, pese a que existen múltiples rutas alternas, todo texto converge en un mismo lugar: el criterio público. Ya sea emitido por una editorial grande o vendido como un descargable de Amazon, el libro coexiste en un mismo plano con un sinfín de tomos más, y queda a disposición del lector evaluar si el trabajo merece un lugar en su biblioteca personal, o por el contrario, permanecer estático en el estante.

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