¿Cómo podría el país adaptar su modelo eléctrico para que sea más democrático, inclusivo, dinámico y resistente al cambio climático?

A inicios del año pasado, circuló una noticia alrededor del mundo: un país latinoamericano llevaba 75 días funcionando a partir de fuentes 100% renovables. Ese país era Costa Rica. Es imposible negar la importancia y el gran logro que representa esta noticia. Sin embargo, el mismo artículo advertía:

“Costa Rica obtiene la mayoría de su electricidad de plantas hidroeléctricas y un periodo reciente de inusuales lluvias permitieron al país alcanzar este hito… La desventaja de la hidroelectricidad es que depende de lluvias sostenidas. A pesar de que las represas… están ahora (en Marzo 2015) llenas, algunos meses atrás el país estaba sufriendo de una de las peores sequías en su historia.”

Contexto

Alrededor del 70% de nuestra electricidad es generada por plantas hidroeléctricas, en su mayoría, de gran escala. Para cubrir la demanda energética de años venideros, el país apuesta por grandes proyectos hidroeléctricos como Diquís y Reventazón (aquí más detalles sobre la estrategia del ICE). Aunque sean técnicamente viables, este tipo de proyectos presentan retos y controversia en ámbitos sociales y ambientales que dificultan su implementación y por ende su viabilidad.

Por otro lado, generar electricidad con este tipo de fuente nos hace vulnerables a los efectos del cambio climático, que cambian los patrones de lluvia en país y como resultado, la disponibilidad de agua para generar electricidad. Por último, a pesar de que tenemos cobertura eléctrica en casi todo el país, la calidad de esta energía y los costos de mantenimiento y distribución varían dependiendo de la ubicación, y se agudizan en las zonas más alejadas.

Compromisos internacionales

Costa Rica planea ser Carbono Neutral al 2021 en comparación con sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del 2005. En sus Contribuciones Nacionales (INDC) a la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, el país se enfoca en la des-carbonización de la economía a largo plazo, más allá de concentrarse en la C-Neutralidad.

Así, se compromete a que en el 2100, las emisiones netas del país sean cero, reduciendo en un 44% las emisiones esperadas (en un escenario sin esfuerzos de reducción) para ese año. Específicamente en el sector eléctrico, nos comprometemos a alcanzar y mantener una generación 100% renovable en el 2030.

¿Cómo vamos a lograr eso? Y más allá de lograrlo, ¿cómo podemos hacerlo y a la vez generar la mayor cantidad de beneficios sociales, económicos y ambientales, para las diferentes partes interesadas de este sector?

Imaginar modelos distintos

Imagínese por un momento cómo podría funcionar el sistema eléctrico del país si no dependiera del desarrollo de megaproyectos para alcanzar la meta de ser 100% renovable. ¿Se imagina poder ponerse de acuerdo con sus vecinos para poder generar su propia energía a partir de fuentes renovables disponibles en los alrededores de la comunidad?

¿Se imagina que en vez de cobrarle por la energía consumida, su proveedor le cobrara por el servicio prestado y le brindara apoyo para reducir su consumo y ser más eficiente? ¿Se imagina poder almacenar la energía generada con fuentes renovables en su hogar, de manera que cuando sea de noche, no haya viento o no corra el agua suficiente, por ejemplo, pueda aún aprovecharla?

¿Se imagina, por las mañanas poder movilizarse en un vehículo eléctrico que no emitiera gases contaminantes a la atmósfera y utilizar la batería del mismo vehículo en vez de la electricidad de la red en momentos cuando la electricidad es más cara?

Es hora de innovar

Existen países donde todas estas posibilidades y muchas más ya existen. En Costa Rica, un consorcio de organizaciones –ESCOIA S.A, Costa Rica Limpia, Centro Para la Sostenibilidad Urbana y Batalla Abogados- recientemente se aliaron con E3G (Inglaterra), gracias al apoyo del Fondo de Ciencia e Innovación de la Embajada del Reino Unido en Costa Rica para identificar esos modelos innovadores de energía distribuida a nivel internacional y evaluar posibles rutas de acción y alternativas de adopción y “tropicalización” de estos modelos.

Esto se hizo junto a tomadores de decisiones, ciudadanía y otras partes interesadas. Un ejemplo de estos modelos es la Energía Comunitaria, donde organizaciones comunitarias tienen un rol similar al de las ASADAS en Costa Rica, pero para generar electricidad. Si en Costa Rica aproximadamente un 30% del agua que consumimos proviene de ASADAS, ¿cuánta capacidad de generación podría ser suplida por ASADAS energéticas?

Es hora de que, considerando la experiencia de Costa Rica en el tema de energías renovables, los compromisos internacionales que hemos adquirido y la alta capacidad técnica que tiene el país, busquemos ver más allá de los modelos tradicionales que nos han ayudado a construir lo que tenemos hoy, y ante un futuro de cargado de variabilidad y vulnerabilidad climática, nos atrevamos a innovar.

 

Imagen de portada: Fotograma del filme «El libro de la selva», 1967.

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