La creación musical por medio de métodos formales no es nada nuevo: presentamos aquí una historia breve de estas técnicas.
Anteriormente habíamos presentado un artículo sobre el arte algorítmico en general, centrándonos principalmente en los experimentos más recientes en el campo visual. En el ámbito musical, la experimentación con métodos formales para crear nuevas piezas no es nada nuevo. A continuación presentamos un breve recorrido por la historia de estas técnicas.
Los inicios
Ya desde la Antigüedad los griegos hacían uso de ciertas reglas para hacer composiciones musicales. Los pitagóricos creían que la música estaba intrínsecamente ligada con los números, por ejemplo. Ptolomeo creía que las mismas leyes matemáticas que regían los planetas regían a la música.
Platón se basó en esta idea para hablar de una «música de las esferas» que según él era producida por el movimiento de los planetas. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta si todas estas creencias pasaron más allá de la teoría.
No es sino hasta el siglo XV que se comienza a encontrar en la historia alguna forma de composición algorítmica llevada a la práctica, con los llamados cánones. En este tipo de música, el compositor suele inventar solamente una melodía principal, a partir de la cual deriva las partes de las otras voces a partir de ciertas reglas o leyes.
Mozart, por ejemplo, desarrolló un juego musical al que le llamó Musikalicshes Würfelspiel (juego de dados musical), que le permite a cualquier persona hacer composiciones usando solamente un juego de dados y un par de tablas diseñadas por él.
Como ejemplo de otro método de composición basado en reglas, posterior a la Segunda Guerra Mundial pero previo a las computadoras, podemos mencionar el método de los doce tonos inventado por el compositor austriaco Arnold Schoenberg.
Hay quienes señalan a Schoenberg como uno de los precursores del movimiento artístico llamado serialismo. Este permeó no solamente la música, sino también otras áreas. La filosofía del serialismo se basó en el uso de procesos sistemáticos para el desarrollo artístico, así como en darle importancia al orden en sí.
Aparecen las computadoras
La idea de hacer uso de las computadoras para hacer composiciones musicales puede ser trazada hasta Ada Lovelace. Existen discusiones acerca de si Ada fue la primer persona programadora de la historia; sin embargo, se podría argumentar que su aporte más importante quizá haya sido la visión que tuvo para las computadoras a futuro. Mientras que Charles Babbage veía a su Máquina Analítica simplemente como una especie de «súpercalculadora», Lady Lovelace publicó algunos artículos en los que imaginaba cómo este tipo de máquinas podían ser utilizadas para más que solo manipular números.
En un artículo de 1843, especulaba que la Máquina Analítica «podría actuar sobre otros objetos aparte de números (…) la Máquina podría componer piezas musicales elaboradas y científicas de cualquier grado de complejidad o extensión.»
Hoy día, se hace uso de varias técnicas que utilizan a la computadora moderna como una herramienta para hacer composiciones musicales. Entre las metodologías más populares, se encuentran las llamadas estocásticas y aquellas basadas en reglas. Los métodos basados en reglas suelen ser similares a los explicados anteriormente, con la principal diferencia de que ahora es una computadora la que sigue las reglas para componer y no un ser humano.
La compositora colombiana Alexandra Cárdenas haciendo live coding
Los métodos estocásticos buscan generar música por medio de procesos aleatorios, en los cuales usualmente se especifican solamente las distribuciones que deben seguir las notas de una canción en general, sin definir la secuencia exacta de notas en la canción directamente.
Existen otros métodos más modernos para generar música con ayuda de una computadora. Por ejemplo, la programación evolutiva es un método en el cual se modela cada canción como un organismo con ADN y se simula la reproducción, las mutaciones y la selección natural sobre estas.
De esta manera, se obtiene poco a poco una canción más similar a lo que el artista busca crear. Otros métodos incluso se basan en programas de inteligencia artificial, que aprenden a crear música similar al estilo de un cierto artista.
Hoy en día surgen preguntas como ¿a quién se le atribuye la autoría de esta clase de trabajos? Si una persona diseña un programa para composición algorítmica, y otro lo usa, ¿quién ha compuesto la canción: el programador, el usuario o el programa?
Si el usuario de un programa de composición algorítmica solo reconoce aquello que le gusta para «guiar» al programa hacia un cierto estilo musical, ¿hasta qué punto «componer» es un trabajo más allá de simplemente «reconocer»? Quizá solo con el tiempo seamos capaces de responder a estas interrogantes.
Fuentes
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